TRATAMIENTO Y BIENESTAR CORPORAL Y EMOCIONAL
Terapia de Visualización o Formación de Imágenes Mentales
La visualización o formación de imágenes mentales es el proceso de pensamiento que invoca una imagen mental interior, habitualmente con intervención de todos los sentidos, que incluyen: vista, oído, olfato, tacto, gusto, posición y movimiento. No obstante, en la mayoría de las formas de visualización, parece ser que el sentido de la vista es el que más se utiliza. Esta práctica puede estar dirigida por uno mismo y realizada con ayuda de un profesional.
Uno de sus mayores beneficios y ventajas es el hecho de que una vez que la persona aprende a emplear la técnica, se puede utilizar de forma regular con grandes ventajas. El límite es, literalmente, infinito, ya que las fronteras de la imaginación son ilimitadas en la mayoría de las personas.
Alterar o cambiar pasivamente una imagen en el interior de nuestras mentes altera nuestras expectativas y percepción de una enfermedad o discapacidad que pueda afligirnos, y probablemente ésa sea la principal razón de que la visualización se haya convertido en una herramienta tan eficaz para alterar el curso y el resultado de cualquier enfermedad. Las imágenes positivas que percibimos pueden causar un impacto poderoso y fundamental sobre nuestro cuerpo físico, hasta el nivel de los tejidos e incluso de cada una de nuestras células.
Historia
El uso de las imágenes y de la imaginación en el cuidado de la salud es casi tan antiguo como la propia medicina occidental. Aunque en los últimos 200 años ha perdido en popularidad en la práctica médica tradicional, los chamanes (curanderos populares tradicionales que también fueron asesores políticos y sociales de las tribus y comunidades locales) han continuado utilizándola en las diversas culturas del mundo. Sorprendentemente, la forma de trabajar de los chamanes era muy similar en todas partes, al margen de que estuvieran en América, Australia o Europa.
Afortunadamente los efectos beneficiosos de la visualización y del trabajo con las imágenes se han redescubierto hace poco tiempo y se han empezado a utilizar de nuevo en ambientes médicos convencionales para lograr una mejora de la salud y del bienestar de la población.
Durante la antigua civilización griega que configuró la base de la medicina moderna, tal como la conocemos, Asclepio, Hipócrates, Aristóteles y Galeno fueron grandes defensores del uso del arte de la formación mental de imágenes y de la imaginación como parte del control holístico de la enfermedad (atender el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu como un conjunto), tal como se conocía en aquellos tiempos. Su legado fue plenamente utilizado por los médicos cristianos creativos del Renacimiento.
Se cree que Asclepio (alrededor de 1000 a.C.) fue un médico, guerrero, curandero e hijo del dios Apolo, cuya esposa era un simple ser terrenal. Se le atribuyó, por tanto, ser el dios de la medicina y la curación. Sus poderes curativos, ejercidos sobre todo a través del uso de la «terapia del sueño y la imaginación», eran tan conocidos que tras su muerte se erigieron más de 200 templos de curación en toda Grecia, Italia y Turquía, en los que se utilizaban sus principios. Esos templos, eran conocidos como «Asclepia», fueron los primeros ejemplos ideales de centros de tratamiento holístico, la clase de centros que nos esforzamos por crear en la actualidad.
Los templos se situaron en hermosos paisajes y contenían baños, balnearios, teatros y lugares de culto y recreación. Todo aquel que acudía en busca de tratamiento era aceptado, al margen de que pudiera pagar o no. El uso de la terapia del sueño o la imaginación durante el «sueño divino», como se conocía en aquella época (más tarde los profesionales cristianos lo llamaron «sueño de incubación») alcanzó un estado de perfección del arte como herramienta curativa.
A los pacientes, que solían estar muy enfermos y que no habían logrado responder a otras formas de tratamientos conocidos, se les hacía ayunar durante un día y dejar de beber vino durante tres días, de modo que estuvieran en perfecto estado de conciencia espiritual para aceptar la curación que les sería impartida durante las sesiones. Luego, eran llevados al templo o edificios interiores, para esperar allí la llegada del dios Asclepio y, tras su muerte, la de sus representantes sobre la tierra.
La curación tenía lugar durante ese estado especial de conciencia que se alcanza antes del sueño, cuando la imaginación es particularmente activa. En ese periodo sensible y susceptible, se tocaba una música muy suave y se quemaba incienso. El médico/sacerdote/curandero aparecía entonces vestido de blanco, a imitación de Asclepio, acompañado por un séquito de otros curanderos, parientes de pacientes e incluso animales, como gansos y serpientes, que tenían supuestas dotes y propiedades curativas. Pasaban de un paciente a otro y el médico/curandero impartía entonces la curación directa o propugnaba un tratamiento que incluía el uso de las prácticas médicas conocidas de la época, como mezclas de herboterapia, intervenciones quirúrgicas y algunos ritos mágicos.
De este modo se estimulaba e intensificaba mucho la capacidad curativa innata del paciente, rodeado por santuarios magníficos y mágicos, sumido en la penumbra, escuchando una suave música de fondo y en presencia de los representantes terrenales de las divinidades curativas. Era la oportunidad perfecta para que la imaginación se pusiera a trabajar, y, aparentemente, así lo hacía con resultados positivos a juzgar por el número de «curas» registradas.
Las afecciones que se trataban con éxito variaban desde impotencia, dolores de cabeza, diviesos y venas varicosas, hasta la recuperación del ciego, el sordo y el cojo. Éstas y la curación de una variedad de otras enfermedades quedaron registradas en los muros del templo y se atribuyeron a las técnicas curativas de Asclepio.
Aristóteles, Hipócrates y hasta Galeno se formaron en las tradiciones de Asclepio y creyeron en el poder y el uso de la imaginación. Aristóteles estaba convencido de que las emociones no existían en usencia de imágenes y de que estas imágenes provocaban cambios en las funciones del cuerpo, lo que afectaba, a su vez, a la generación de la enfermedad, así como a su curación.
Hipócrates, considerado el padre de la medicina, creía que el papel del médico debía limitarse a ayudar a la naturaleza en la curación, siguiendo un espíritu de amor, preocupación, suavidad y dignidad, siendo consciente de la relación de la persona con los alimentos, la bebida y el trabajo y cómo cada uno de ellos interactuaba con los demás.
Galeno (131-200 d.C) fue el primero en registrar y describir completamente los efectos de la imaginación sobre la salud y la relación entre el cuerpo y la mente en el contexto en que nosotros la consideramos actualmente.
Investigación
Existe actualmente un gran cuerpo de investigación científica que demuestra los efectos de la visualización y la formación mental de imágenes sobre el cuerpo, la mente y las emociones. Parte de la investigación más reciente no sólo ha demostrado que los individuos pueden aprender a incidir positivamente en su estado general de salud mediante la visualización, sino también a influir sobre partes específicas de sus cuerpos, tejidos, el sistema inmunológico e incluso las células individuales de ese sistema.
Relajación profunda
El prerrequisito esencial para que cualquier forma de visualización funcione con efectividad, es alcanzar un estado completo de relajación profunda, que preferiblemente conduzca a un estado alterado de conciencia, lo que se puede lograr con técnicas como el «entrenamiento autógeno». El otro factor importante sobre el tipo de relajación empleado es que apenas se hable para que el pensamiento consciente y las partes activas del proceso mental se transmitan y accedan al inconsciente. Hablar en exceso o el propio contenido verbal de la relajación o la meditación, mantiene a la persona en el plano consciente, lo que reduce e incluso inhibe o bloquea la creación de las imágenes beneficiosas en la mente.
¿Qué sucede durante una sesión?
Se han empleado muchas formas de técnicas de relajación para inducir en el individuo un estado de preparación para el viaje de fantasía de la imaginación, pues eso es en realidad la visualización. Entre ellas se incluyen: sencillas técnicas de respiración, autohipnosis, retroalimentación, meditación y entrenamiento autógeno. Esta última técnica quizá sea de todas la más efectiva, por lo que se refiere al funcionamiento de la visualización, ya que quienes la practican entran en un estado profundo y pasivo de relajación, así como de alteración de la conciencia. Se encuentran por tanto en el estado ideal de preparación para llevar a cabo la visualización o trabajo de formación de imágenes mentales.
La visualización puede estar autodirigida o guiada por un profesional. A menudo se ha comprobado que las imágenes espontáneas autodirigidas son más efectivas como herramientas curativas.
Aparte de su utilización como agente curativo, la visualización también se puede emplear para los deseos que el individuo quiere alcanzar o hacer, sean estos cuales fueren. Esta forma de utilización resulta particularmente útil en la actuación teatral, la práctica del deporte y las actividades educativas, la preparación para entrevistas, dar conferencias, etc. Se ha demostrado, por ejemplo, que cuando un golfista visualiza su acción al golpear la pelota, se le activan todos los músculos que intervienen, siguiendo la misma secuencia que seguirían si el golfista empleara realmente su cuerpo en el campo de golf. Los movimientos de los músculos durante la visualización son casi imperceptibles para el individuo, pero se pueden detectar mediante el empleo de instrumentos sensibles.
La efectividad de la formación mental de imágenes para esta clase de propósitos se intensifica si se combina con las afirmaciones autógenas positivas. Al adoptar esta técnica, los deportistas no sólo ayudan a sus mentes a permanecer atentas y centradas, sino que también les permite practicar su deporte y mantenerse en óptimas condiciones de entrenamiento en aquellas situaciones en las que el deporte se tiene que interrumpir por causas de fuerza mayor.