RECORDANDO UNA EXPERIENCIA MARAVILLOSA
Anna Horno
A lo largo de nuestra vida, todos, por fortuna, gozamos de la oportunidad de vivir un gran Amor...
En ocasiones, resultará un Amor no correspondido, o que simplemente no pudo realizarse, como me sucedió a mí, pero no por ello pierde importancia o carece de valor para nuestra alma...
A menudo, esa falta de realización, está íntimamente ligada a nuestros miedos en cuanto a la “pérdida de libertad”, por supuesto, a lo que nosotros presuponemos que será una pérdida.
Quizá mis experiencias pasadas, o mi ignorancia, me condujeron a pensar de este modo; mis condicionamientos no me permitieron abrirme completamente a la expresión total de ese maravilloso sentimiento, pues en mi interior, en un oscuro lugar, acechaba el temor de ver mi vida reducida a un pequeño espacio.
Mi historia se remonta a ocho años atrás, cuando decidí abandonar toda mi vida de entonces, para comenzar de nuevo en un pequeño pueblecito aragonés... y hasta allí llegó también él por aquel mismo tiempo... era nuestro destino, no me cabe ninguna duda...
Últimamente los recuerdos vuelven a mí... tal vez me acompañarán por siempre...
Preciosos recuerdos de total felicidad, de plenitud, de sentir por primera vez estar V I V A... en cuestión de segundos, recuperé toda la energía de mi niñez, y tantas esperanzas y sueños rotos.
Nada más verle, tuve la certeza absoluta de conocerle de mucho tiempo atrás. Mirar en sus ojos, multiplicaba la intensidad de mis emociones, y acentuaba mi ternura; estar a su lado, daba sentido a mi vida; su cercanía, o el simple recuerdo, me conectaban con Dios...
A través de aquella hermosa experiencia, aprendí el significado de amar sin condiciones, a perdonar desde la comprensión profunda de que la otra persona cuenta tanto como yo, y de que en sí misma, encierra toda la perfección de este mundo...
Todavía hoy, cuando algo o alguien me provoca una sensación de derrota o fastidio, recurro al recuerdo de aquel sentimiento, para intentar comprender...
Posteriormente, he conocido personas que han vivido experiencias similares, pero que decidieron cubrirlas con el doloroso manto de la ira y el rencor.
Afortunadamente, mi corazón no les dio lugar...
Guardo el más bello de los recuerdos de los escasos momentos que compartimos, y por encima de todo, un sentimiento de gratitud hacia la vida... y hacia él...
He aprendido que el Amor, poco tiene que ver con el objeto sobre el que lo depositamos, y todo que ver con el sentimiento en sí mismo.
Ante la pérdida, a menudo optamos, por vivir desde la frustración... estamos programados para que nuestros sentimientos se realicen en la forma de resultados concretos, o sea, la relación, y cuando no sucede, nuestro ego lo convierte en una obsesión, totalmente destructiva para nosotros mismos.
Esta historia, o mejor dicho, él, fue mi obsesión durante casi cuatro años... estaba tan atada a mis expectativas, que nada que no fuera eso, me satisfacía. Ahora, me doy cuenta de que aunque no alcancé mis deseos, los resultados fueron mil veces mejores... creo que aprendí a amar sin esperar nada a cambio... es el hermoso regalo que la vida me tenía reservado, oculto tras mi dolor.
A través de esta experiencia, aprendí a soltar... dejar ir... poner en práctica el respeto por la libertad ajena.
Hoy, mis únicos pensamientos hacia él, son siempre los mejores, los mejores deseos...
Aquella experiencia y los sentimientos que derivaron de ella, son el referente en mi vida... ese fue su extraordinario significado.
Por fortuna pude tener, a través de mi vivencia, un atisbo del Amor, profundo e inmenso, que nos aguarda a todos al final del camino.
He comprendido que las "relaciones especiales", en absoluto son necesarias para nuestra felicidad, ya que la felicidad está en sentir el verdadero Amor, hacia todo, hacia todos...
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