NO HACER DISCRIMINACIONES

 

Libera Tu Ser - Kenneth Wapnick "NO HACER DISCRIMINACIONES"



Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.

 

Pregunta 443

Un curso de Milagros no dice en ningún sitio que no podamos tener preferencias. Y esto es coherente con el concepto de perdón, pues está claro que aceptar una preferencia es aceptar temporalmente, y perdonar, nuestra percepción de grados en la ilusión. Por lo tanto, si me gustan las patatas fritas pero odio las zanahorias, no debería preocuparme por eso, porque si lo hiciera estaría dándole validez a una ilusión. Comprendo que, de momento, sueño con un cuerpo que necesita alimentos y los prefiere de ciertos tipos. Son sólo órdenes de magnitud de las ilusiones, y hay que perdonarlos ¿verdad? Es obvio que sentirme culpable de mis “gustos” es alimentar el ciclo de culpabilidad/proyección/ataque. ¿Y si me gusta la gente blanca pero odio a la gente de otro color, o viceversa? ¿No recomendaría el Curso perdonar también esta percepción de diferencias? No se puede decir que esto es “más importante”. Ninguna ilusión es “más importante”. No se puede decir que las personas son nuestros “hermanos” y las patatas fritas no: unas y otras no son más que formas en un mundo de formas. Por supuesto que yo no debería proyectar odio ni culpabilidad sobre las personas de ningún color. Pero tampoco debería proyectar odio ni culpabilidad sobre las verduras de ningún color. Unas y otras están pidiendo perdón, ninguna de ellas es “mayor” ni “más importante”… ¿verdad?

RESPUESTA: Sí, tienes toda la razón. No hay ninguna diferencia entre una zanahoria y un ser humano, excepto en el significado que les atribuimos. Recuerda que las primeras lecciones del libro de ejercicios nos piden aplicar la idea del día a todo lo que tengamos en el campo visual o en la mente sin hacer discriminaciones ni exclusiones. (E.1-4). Hasta se podría decir, hablando de verduras, que somos más amables con las que odiamos, porque es mucho menos probable que nos las comamos. Pero, naturalmente, para poder sentirnos mejor y rellenar, aunque sólo sea temporalmente, el vacío emocional que tenemos en el núcleo de nuestro ser también canibalizamos a las personas que “amamos”, de forma muy parecida a como la comida nos calma el hambre durante un breve periodo de tiempo, hasta que necesitamos ir a buscar más.

Es difícil evitar que se infiltren en nuestra comprensión de las enseñanzas del Curso los “juicios morales generalmente aceptados” del ego. El Curso no dice, en efecto, que no deberíamos odiar a nuestros hermanos, se trate de homo sapiens o de zanahorias. Su meta es, en vez de eso, ayudarnos a descubrir nuestra culpabilidad donde quiera que esté siendo proyectada para que se la pueda deshacer. Y así, puesto que sólo estamos contemplando nuestro odio a nosotros mismos proyectado fuera, no nos interesa intentar dejar de odiar a cierta gente ni pasar por alto nuestros fuertes sentimientos de desagrado por ciertas verduras, sino más bien ser sinceros con nosotros mismos acerca de nuestros odios, para que podamos pedir ayuda para ver de manera distinta no sólo al otro sino también a nosotros mismos.

Está claro que puedo perder la calma tan fácilmente con una zanahoria como con una persona que no me gusta porque la veo distinta de mí. Y sin embargo no es el otro lo que me ha disgustado –“Nunca estoy disgustado por la razón que creo” (E.5)– sino que es sencillamente un chivo expiatorio que he buscado para echarle la culpa de las consecuencias de la decisión que mi mente ha tomado de verme a mí mismo separado del amor, convencerme de que lo he conseguido, acumular culpabilidad sobre ello, y luego buscar algo o alguien que tenga la culpa de mi estado mental de infelicidad. Para ese propósito sirve igual de bien una zanahoria que una persona de color distinto.

Es útil la distinción que haces al principio de tu pregunta. Todos tenemos preferencias, y ello sencillamente forma parte de la experiencia de vivir como cuerpos en el mundo. Pero si le damos carga emocional a esas preferencias, eso significa que le hemos atribuido mayor significado a unos símbolos en particular, para que parezcan ser la causa de nuestra insatisfacción. Pero, con la ayuda del Espíritu Santo, esos símbolos se pueden volver espejos que nos llevan de vuelta a la verdadera fuente de la insatisfacción en la mente: nuestra elección de un sistema de pensamiento tan insatisfactorio y vacío como es el del ego. Y de esa elección es de lo que, con la ayuda de Jesús o del Espíritu Santo, tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.

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