MENTE Y CEREBRO
Anna Horno
Todas estas tendencias “Nueva Era”, aparentemente espirituales, no están sino perpetuando un estado de conciencia ilusoria, dentro de una “realidad” tan ilusoria como el sistema de pensamiento que la creó.
Ensalzan el cuerpo mediante nuestro esfuerzo continuado orientado hacia la satisfacción de ciertas “necesidades”, y con esta actitud, proponen al cuerpo como un fin, en lugar de como un medio para alcanzar la verdadera conciencia.
Se nos enseñan técnicas que supuestamente nos conducirán a sanar todos nuestros males físicos y psicológicos, técnicas que por arte de encantamiento harán que atraigamos prosperidad y abundancia, y nos conducirán hacia un trabajo mejor, y a la pareja ideal, y a cientos de amigos, y una casa estupenda, y un coche más grande y más potente… Pero en ningún momento nos proponen alcanzar nuestra verdadera identidad mediante una experiencia de lo divino, que nos haría comprender de inmediato el poco valor de todas esas metas, y cambiaría nuestras creencias a cerca de dónde se halla la felicidad.
¿Comprendemos la causa que dio origen a nuestras aparentes “dificultades”?. La respuesta es no. No se encuentra en la infancia, ni en la vida intrauterina, ni tan siquiera en una vida anterior. La causa es tan vieja como tú cuando tuviste, por primera vez, ese oscuro deseo de tomar forma en un cuerpo. Sólo existe una causa, tomando miles de apariencias distintas, y esa causa, viajará contigo mientras creas estar en un cuerpo, pues fue ésta (la propia necesidad de prolongar su existencia) la que hizo que el cuerpo fuese real para ti.
La causa no es otra que las falsas ideas que tenemos acerca de nosotros mismos, y todas las experiencias, las que juzgamos como “buenas”, y también las que juzgamos como “malas”, no son más que la manifestación externa de una condición interna… llevamos el universo escrito en la mente.
De este modo, santificar el cuerpo, o lo que es lo mismo, pretender proveerlo de todo aquello que consideramos (nuestra mente egóica considera) “bueno”, nos coloca en la incómoda situación de continuar dotando de realidad al sueño.
Está muy extendida la tendencia a confundir mente y cerebro, a pensar que ambos son la misma cosa, del mismo modo que a menudo confundimos ego y espíritu.
El cerebro no piensa, ni decide, ni tiene ningún poder ni capacidad creativa sobre la aparente realidad que experimentamos.
El cerebro, junto con el resto del cuerpo, es tan sólo el receptor de las señales que proyecta la mente. Ella es la fuente de todo pensamiento, y es en ella donde debemos trabajar para llegar a experimentar nuestra realidad espiritual, y ello no se consigue mediante afirmaciones, ni positivas ni negativas, ni pretendiendo permanecer en el aquí y ahora, ni equilibrando nuestras energías, ni tratando de culpar al pasado por nuestras “tragedias” presentes… todo ello podrá, en el mejor de los casos, hacer que nos sintamos mejor por un tiempo, el mismo que decidamos dedicar a depositar nuestra felicidad en las expectativas egóicas de futuro, pero no más allá.
Los ojos son incapaces de percibir la realidad. Ello es así por razón del propósito mismo que dio origen al cuerpo, y que no es otro que el de mantener fuera de nuestra conciencia el mundo real, nuestra realidad UNA CON DIOS.
Este mundo no es más que un montón de partes fragmentadas de un sistema de pensamiento con un denominador común: el ego, la falsa idea de la separación. De él surgió el pensamiento erróneo de que podemos jugar a ser Dios usurpando sus funciones y viviendo al margen de Él, y el sentimiento de culpa que este pensamiento generó, es lo que nos mantiene atrapados en esta vieja prisión. Todo ello permanece oculto tras muchas capas de negación, y numerosas “vidas” de entrenamiento, y este mundo, el mundo que perciben nuestros ojos, no es más que el lugar donde esa falsa idea garantiza su existencia.
El juego es simple, aunque no sencillo de abandonar…
Esa parte de la mente que cree haber atentado contra Dios, y que piensa que ha “pecado” (ahora cree merecer todos los castigos que sea capaz de imaginar), fabrica imágenes que apoyen su teoría. Esas imágenes son proyectadas, creando así el universo de las formas. Donde hay formas, hay separación, pues siempre que existen dos cosas distintas, es posible establecer diferencias y comparaciones entre ellas, pero sobre todo, es el chivo expiatorio perfecto para aliviar nuestra culpa enterrada, pero no deshecha... la culpa ya no está en mí, ahora está en los demás, o en las circunstancias externas que provocan mi sufrimiento.
Dentro del universo de las formas, la obra maestra es el cuerpo (el cerebro está incluido)… con éste, el ego se asegura que creeremos en él. El cuerpo es una marioneta en manos de la mente… sólo percibe aquello que ésta le muestra, de modo que lo que vemos con nuestros ojos, es lo que ella quiere que veamos, y así, creyendo en ello, perpetuamos su existencia.
El único papel que el cerebro juega en todo este teatro es el de actuar como receptor de las señales que emite esa parte de la mente que es ego, y a continuación ordenar al cuerpo qué ver, hacer y sentir. Pero si las señales que éste recibe son falsas, no puedes esperar que el resto de tu cuerpo hable de lo que es real. De este modo, si no somos conscientes de otra realidad que la que nos muestran nuestros ojos y el resto de nuestro cuerpo, ¿cómo vamos a dejar de creer en ella?... el truco del ego es muy hábil, pero también extremadamente vulnerable… sobrevive sobre la “cuerda floja”, pues su supervivencia depende de nuestras creencias.
Todo en este mundo es una pobre imitación del Cielo, de nuestra realidad inmortal. Cuando anhelamos una relación de pareja, inconscientemente perseguimos la unidad; cuando perseguimos el poder, estamos intentando satisfacer una sensación de seguridad, la invulnerabilidad que es propia del espíritu; cuando tratamos de acumular dinero y bienes, buscamos recrear en este mundo la abundancia infinita que heredamos de Dios; cuando cuidamos nuestro cuerpo para que no enferme, inconscientemente perseguimos el bienestar y la inmortalidad; cuando perseguimos el trabajo con el que nos sentiremos bien, no sabemos que lo que realmente anhelamos es regresar a la plenitud del Cielo… Creer que somos lo que no somos, es lo que nos ha conducido al sinsentido que es este universo de proyecciones.
Mitos y verdades acerca de la búsqueda espiritual:
Eres Dios
No somos Dios, sino su Hijo, una extensión de Sí Mismo. Un pensamiento de Amor del Padre.
Es precisamente la falsa idea de que somos Dios la que nos ha conducido a este universo demente en el que sí somos los dioses, puesto que Dios no tuvo nada que ver con su creación.
Como el Cristo (hijo único de Dios), fuimos creados a imagen de nuestro Creador. La única diferencia entre Él y Su Hijo, es que Él creó al Hijo, pero el Hijo no lo creó a Él, ni se creó a sí mismo; no obstante, sí se extiende a sí mismo, igual que el Padre, con idénticas cualidades y capacidades.
El Hijo de Dios es uno solo, pero una vez crees estar en el universo de la multiplicidad, la mente parece haberse dividido en millones de hijos separados unos de otros... es la propia forma la que provoca esa falsa sensación de separación.
La verdadera experiencia del espíritu, es la de Unidad, pues en ella fuimos creados, y en ella permanecemos al nivel del puro pensamiento. En esta realidad, no somos Dios, pero sí somos como Él. Dios es la CAUSA, sus extensiones (Sus Hijos) el EFECTO.
Eres Co-creador con Dios
Efectivamente, eres Co-creador con Dios, pero no en el mundo de la forma, sino en el mundo de la no-forma, el universo de la luz.
En el nivel del puro pensamiento o nivel de la no-forma, tenemos las mismas cualidades y capacidades creadoras del Padre, pero en este universo, el de la multiplicidad y la dualidad, no conservamos estas facultades debido a que nuestro origen no procede de Dios.
Eres Amor
Efectivamente, eres Amor, pero para volver a ese estado natural de tu Ser, has de retirar el miedo y la culpa que no te permiten tener la experiencia de ello.
Eres abundancia, eres bienestar, eres plenitud
También eres todo esto, pero en espíritu, y mientras no experimentes esa realidad en tu interior, en este cuerpo que ahora crees ser, no esperes que lo que ves en el mundo de ahí fuera, vaya a cambiar por arte de magia.
El problema, es que no puedes tener prosperidad, o abundancia o salud, o lo que sea que desees, si tú́ no eres eso mismo, y el propio deseo indica que no lo eres. Independientemente de las condiciones externas, has de sentirte abundante, o pleno, o saludable, o cualquier otra cosa, y para ello es preciso que recuerdes Quien Eres, y que vivas conforme a ello, con una ausencia total de identificación con lo que no eres (escasez, carencia, pérdida, enfermedad, debilidad, muerte...).
PARA EXPERIMENTAR ALGO EN EL MUNDO DE LA FORMA, LO QUE SEA, PRIMERO HAS DE SER ESE ALGO, no funciona al revés. TENER, ES LA CONSECUENCIA NATURAL DE SER (ser es la causa –mundo interno- / tener el efecto – munto externo-).
Tienes libre albedrío
Así es, tienes libre albedrío… puedes escoger a qué amo deseas servir. El único límite es que no puedes servir a ambos... o sirves a Dios, o sirves al ego, uno y otro se excluyen mutuamente. O crees en lo que es verdad, o crees en la ilusión.
Para ser espiritual has de renunciar a todo lo material
Afirmación absolutamente manipuladora. La renuncia se produce únicamente a nivel mental… el desapego, que no tiene nada que ver con el mundo de la forma. Como propuso Jesús: “vive en este mundo sin ser de este mundo… sé un transeúnte”.
Todo es una cuestión de actitud. La cuestión es que frente a una actitud de búsqueda espiritual, donde esta búsqueda se convierte en tu prioridad, las cosas de este mundo dejan de tener importancia, y, por tanto, ya no representan un problema, una inquietud o algo a perseguir o por lo que luchar... observa la actitud de los budistas.
Es nuestra búsqueda la que define quienes somos.
Por supuesto que espiritualidad y éxito material no están reñidos, por supuesto que se puede seguir un camino espiritual, y ser próspero al mismo tiempo, de hecho, contrariamente a lo que expresa esa afirmación, cuando experimentas tu verdadera identidad, el resto llega como una consecuencia natural de expresar quien tú eres.
Visualización, afirmaciones positivas, ondas cerebrales, programación subliminal…
Su eficacia a largo plazo es nula, así como incapaces de producir una verdadera y permanente transformación, puesto que NINGUNA DE ESTAS TÉCNICAS ELIMINA LA CULPA INCONSCIENTE.
Trabajan a nivel del efecto (cerebro), que no de la causa (mente).
Definición de "chivo expiatorio":
"La expresión CHIVO EXPIATORIO proviene de un ritual del antiguo pueblo de Israel para el cual se elegían dos chivos. Mediante el azar se elegía uno para entregar a la figura de Yaveh (Dios), que era sacrificado por el sacerdote durante el rito; el otro era cargado con todas las culpas del pueblo judío, y entregado a Azazel (el demonio). Este último, conocido como chivo expiatorio, era abandonado en mitad del desierto, acompañado de insultos y pedradas. En la actualidad se utiliza la expresión para denominar a aquél que ha pagado las culpas de la gran mayoría, librando a estos de represalias, o al que se le atribuye este papel por razones ulteriores en el discurso político o social".
Lecturas recomendadas:
- - “La Desaparición del Universo”, Gary R. Renard, Editorial El Grano de Mostaza.
- - “Tu realidad Inmortal”, Gary R. Renard, Editorial El Grano de Mostaza.
- - “Un Curso de Milagros”, Jesús (canalizado por Helen Schucman), Foundation For Inner Peace.
- - “El mito de la caverna”, Platón.
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