LIBERTAD DE ELECCIÓN Y PREDETERMINACIÓN

 

Libera Tu Ser - Kenneth Wapnick "LIBERTAD DE ELECCIÓN Y PREDETERMINACIÓN"



Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.

 

Pregunta n° 37: "Esta pregunta es una combinación editada de dos preguntas distintas sobre los temas de la libertad de elección y la predeterminación o destino en relación con Un Curso de Milagros.

Tal como lo entiendo, mi única posibilidad real de elegir dentro de este sueño de separación es qué maestro elijo en cada situación en la que me encuentro: el ego o el Espíritu Santo. En lo que al propio sueño se refiere, se nos dice que el guión ya está escrito. Pero me pregunto si puedo, como soñador del sueño, cambiarlo en términos de los acontecimientos específicos que se despliegan, o si sólo puedo cambiarlo en términos de mi perspectiva de la situación. En otras palabras: en lo que se refiere a situaciones, relaciones, etc. ¿Está predeterminado todo lo que experimento? Esto significaría que camino por un viejo sueño de separación, como quien ve una película antigua, que mi matrimonio nunca podría haber durado más de lo que duró, que nunca podría haber tenido más hijos de los que tengo, que la relación que tengo ahora está completamente definida en términos de tiempo, etc. Como se me ha dado la oportunidad de ‘ahorrar tiempo’ [‘save time’ Trad. JI] eligiendo al Espíritu Santo por maestro, significaría que sólo me está permitido saltarme algunas partes del guión. ¿Es así?

Pero también parece que el Curso nos recomienda no sustituir una relación especial [‘unhol y relationship’ Trad. JI] por otra relación especial con alguien diferente en busca de una felicidad que nunca vamos a encontrar fuera de nosotros mismos, sino en lugar de eso hacer santa la relación en la que estamos. Esto parece indicar que tenemos elección en términos del guión, la gente que nos vamos encontrando, etc. Así que podría haber varias versiones posibles de la vida que estoy viviendo. Una podría incluir dos o más matrimonios más breves con distintos cónyuges, mientras que en otra el mismo matrimonio duraría muchos años. Pero Jesús dice que nada se ha dejado al azar y que cada encuentro está planeado. ¿Es que simplemente la forma no importa y no veo más que sombras sobre las que proyecto mis propias imágenes? Pero entonces, si el guión de mi vida está predeterminado, ¿Cómo es que parece tener un efecto tan significado en las vidas de los demás?

Jesús dice también que lo que vemos es el juicio que hicimos sobre nosotros mismos al principio, y que fuera de eso no hay ningún mundo. ¿Significa esto que, por ejemplo, si hay guerra entre los Estados Unidos e Iraq yo podría haber hecho algo para impedirla? ¿Ocurrió y fue corregido ya, de manera que si veo guerra en vez de paz es porque mi mente aún necesita corrección porque sigo eligiendo al maestro equivocado? ¿O es que no podía hacer nada para evitar la guerra y sólo puedo elegir el maestro junto a quien veo los acontecimientos, y no vería más que inocencia en ambos bandos si eligiera al Espíritu Santo?"

Respuesta: Haría falta un libro (y de hecho hay uno, A Vast Illusion: Time According to A Course in Miracles [Una ilusión inmensa: El tiempo según Un Curso de Milagros] de Kenneth Wapnick, que puede resultar útil para ampliar algunos de los puntos que trataremos brevemente aquí) para un tratamiento completo de todas las cuestiones y preguntas que planteas.

El Curso dice en efecto que nuestra única elección real es entre el ego y el Espíritu Santo; el énfasis está en “real”. Pero dentro del sueño hay un número casi infinito – sólo casi infinito, porque el ego no sabe hacer nada que sea infinito ni eterno (Texto, 4.I.11:7) – de alternativas entre las que podemos elegir en el nivel de la forma. Pero su contenido subyacente es siempre el mismo – pecado, culpa y miedo – y por eso el Curso hace énfasis en que no hay elección real entre alternativas que en realidad son siempre la misma. Sólo se puede hacer elecciones que tengan sentido en el nivel del contenido y así la única alternativa real es entre la culpabilidad y el miedo del ego y el perdón y el amor del Espíritu Santo. De manera que, en efecto, hay muchas formas o secuencias de acontecimientos que nuestras vidas pueden tomar como consecuencia de lo que parecen ser nuestras elecciones, pero mientras elijamos con el ego, creyendo que se puede encontrar la felicidad fuera de nosotros mismos, nada va a cambiar en realidad por mucho que nuestras circunstancias y relaciones experimenten alteraciones significativas. Por cierto, el Curso no nos recomienda permanecer físicamente en una relación para hacerla santa – el Curso nunca nos recomienda nada en el nivel de la forma o de lo específico. Cuando nos advierte sobre ‘deshacerte de tu hermano’ (Texto, 17.V.7:2) está hablando de cómo percibimos a nuestro hermano, lo que incluye en particular todas las fantasías sobre ser especiales que hemos asociado con él y que no se han cumplido.

El Curso dice también, como tu señalas, que el guión ya está escrito (Ejercicios, 158.4:3) y que todas las cosas temporales han ocurrido ya, de manera que nuestras vidas no son más que ver “el viaje desde donde terminó, mirando hacia atrás, imaginando que volvemos a hacerlo; repasando mentalmente lo que ya pasó” (Ejercicios,158.4:5).Y mientras que Jesús dice que nada ocurre al azar, la responsabilidad por la elección de todas las experiencias de nuestras vidas se la atribuye a nuestra propia mente (Texto, 21.II.3:1,2,3). Pero esto no significa que todo en nuestras vidas está predeterminado, que la sucesión de los acontecimientos está fijada. Siempre estamos eligiendo de una matriz de muchos acontecimientos posibles que ya han ocurrido, pero la ordenación única que les damos y el inmenso número de acontecimientos pasados de entre los que elegimos, combinados con la represión de cualquier recuerdo de cualquiera de ellos y nuestra creencia en que el tiempo es a la vez real y lineal, dan como resultado la sensación de algo completamente nuevo. Y todo esto forma parte de la defensa del ego que consiste en engañarnos para hacernos creer que algo nuevo y que tiene sentido está ocurriendo en nuestras vidas, reforzando la insensata esperanza en que de alguna manera por esta vez la elección de nuestro ego en el mundo de la forma va a tener un resultado mejor.

Para comprender el visible efecto que nuestras vidas tienen unas sobre otras, necesitamos apartarnos y mirar desde fuera del sueño del mundo, y devolver nuestra atención a la mente en la que en realidad se toman todas las elecciones. El número casi infinito de acontecimientos posibles fue escrito en un instante por la mente única (colectiva), unida con el ego, antes de que la proyección de fragmentos en un mundo de individuos y vidas separadas pareciera ocurrir. Como Jesús explica “el tiempo no duró más que un instante en tu mente, sin el menor efecto sobre la eternidad. Y así todo el tiempo es pasado... el diminuto tic-tac de tiempo en el que se hizo el primer error, y todos los demás junto con ese primer error” (Texto, 26.V.3:3,4,5).

Ahora bien, mi sueño individual está separado y no puede compartirse verdaderamente con nadie más. Pero puesto que todas las mentes están unidas, cualquier decisión sobre interactuar como cuerpos que yo tome o que tomes tú, tiene que reflejar un acuerdo que los dos hemos tomado, al nivel de la mente fuera del tiempo y del espacio, de volver a representar acontecimientos del tiempo y del espacio que ya han ocurrido. Y este acuerdo conjunto tiene que permanecer enterrado en nuestros subconscientes para que pueda servir a los objetivos de separación y de ser víctimas que tiene el ego.

Jesús habla de esta decisión conjunta, en el contexto específico de nuestro acuerdo de herirnos los unos a los otros, como “el voto secreto que has hecho con cada hermano que quería caminar aparte... no declarado ni oído en lo consciente... es una promesa al otro de ser herido por él, y de atacarlo a cambio... para que [el cuerpo] sufra dolor. Es el efecto obvio de lo que se hizo en secreto, de acuerdo con el deseo secreto del otro de estar aparte de ti, igual que tú querías estar aparte de él. Como no sea que ambos estéis de acuerdo en que este es vuestro deseo, esto no puede tener ningún efecto” (Texto, 28.VI.4:3,6,7 y 5:1,2,3). Este acuerdo conjunto y oculto de parecer afectados los unos por los otros tiene que ser el caso, pues de lo contrario seríamos víctimas de las decisiones de otros. Mientras que este acuerdo conjunto sobre la forma es cierto en el nivel metafísico, en el nivel práctico ayuda mucho más concentrarse en el hecho de que como el yo físico con el que me identifico en el mundo, no puedo controlar lo que hacen los demás, pero sin embargo siempre tengo opción a elegir cómo percibo lo que ocurre en mi vida. Puedo decidir a qué maestro invito y si voy a ver mi paz mental depender solo de mis propias decisiones – como enseña el Espíritu Santo – o si voy a dotar a los demás del poder de quitarme mi paz mental – aceptando entonces las enseñanzas del ego sobre que puedo ser una víctima y que por tanto no soy responsable de cómo me siento.

En cuanto a si una mente sana ve o no las guerras y si tiene o no elección sobre impedirlas, es visible que Jesús reconoce los conflictos de nuestro ego – invierte una buena parte del Curso en señalarnos las dinámicas enfermizas del ego – pero eso no significa que su mente no esté sana. Lo que importa es que no nos juzga mientras destapa las maquinaciones de nuestro ego. El todo lo ve o como una extensión del amor o como una petición de amor (Texto, 12.I.3:1,2,3,4). Cuando estamos unidos con Jesús en nuestras mentes vemos cualquier conflicto del mundo, sea en el nivel individual o en el internacional, bajo esa misma luz. No vamos a negar lo que ven nuestros ojos, pero nuestra interpretación será diferente de la que hace el mundo. En el contexto de la enfermedad el Curso observa que “los ojos del cuerpo seguirán viendo diferencias, pero la mente que se ha dejado sanar ya no las reconocerá. Habrá quienes parezcan estar ‘más enfermos’ que otros y los ojos del cuerpo informarán de los cambios en las apariencias, igual que antes. Pero la mente sana lo pondrá todo en la misma categoría: son irreales” (Manual 8.6:1-4). Y esta percepción sana puede aparecer sólo después de que nuestra mente haya soltado su creencia en el valor de los conflictos y las guerras como medios de proyectar fuera de nuestra mente la culpa de la separación. Puede que nos hayamos puesto de acuerdo en tomar parte en un sueño colectivo en el que se representa una guerra externa para reforzar la percepción que el ego tiene del mundo como un lugar de víctimas y verdugos – pero en cualquier instante podemos pedir ayuda, reconociendo primero para qué le sirve al ego la guerra y decidiendo luego que ya no queremos reforzar esa locura en nuestra propia mente. Y antes de ver la inocencia en ambos bandos tendremos que ver primero la locura de ambos bandos, y reconocer que es la misma locura que compartimos con todo el mundo cuando nos identificamos con el ego.

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