PARA LIBERAR LA CULPA...
Por Anna Horno
«Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado»
(UCDM - Lección 15)
Eso es tu mundo amigo mío, una sucesión de imágenes inconexas, sin propósito ni significado real, que tú mismo has inventado. ¿El propósito?: dar fe de la veracidad de tus pensamientos y creencias.
Este mundo es una representación material, el símbolo de los pensamientos que pueblan tu mente. Pero no te confundas, sólo la parte de la mente que experimenta el miedo, que cree en la separación y que oculta un profundo sentimiento de culpa, albergaría el deseo de fabricar imágenes que sólo sirven al propósito de la separación y perpetúan la creencia en el pecado y castigo que lleva implícito.
Párate a pensar conmigo…
¿Qué sucede cuando percibes algo que parece ser distinto a ti? Inmediatamente proyectas la idea de que ese algo está fuera de ti y por tanto, no eres tú. ¿Qué consigues con ello?, sólo una cosa: dejar de contemplar la Unidad. Ahora ya no hay uno solo, sino dos.
¿Qué crees que va a suceder con ese otro que parece no ser tú? Sencillo, lo vas a utilizar para proyectar sobre él el contenido de tu mente. ¿Y cuál es el contenido de una mente que necesita fabricar imágenes? Sencillo también: miedo al castigo por un pecado-culpa que en realidad no existe.
Este lugar es utilizado por tu ego como el «chivo expiatorio» de tu culpa… Miremos más de cerca esta afirmación…
Ésta es la definición que encontramos para al término chivo expiatorio:
¿Entiendes ahora lo que sucede con ese otro que ves aparte de ti? Lo vas a utilizar para aliviar tu doloroso sentimiento de culpa y vergüenza. Observa cómo funcionas habitualmente. Analiza tus reacciones, y te vas a dar cuenta del hábil juego al que has estado jugando. Hábil sí, pero engañoso también.
Veamos un ejemplo:
Escuchas en las noticias que alguien ha sido asesinado. ¿Cómo reaccionas?: lanzando sobre la imagen del «asesino» toda tu indignación, toda tu ira y tus deseos de venganza. Esperas que le den su merecido castigo. Por un instante te sientes muy bien: tú no eres malo, tú no eres culpable de esa situación. Estás de acuerdo con castigar al asesino, ¿sabes por qué?, porque en lo más profundo de tu ser, eso es lo que crees que Dios quiere hacer contigo por lo que parece que Le hiciste. Crees que en algún momento Él va a vengarse de ti, y así, te crees con derecho y justificas la venganza que arrojas sobre tu hermano. Si tu hermano es culpable, tú pasas a ser inocente, y con ello crees aplacar «la ira de Dios».
Pero, ¡el culpable que ves ahí fuera no existe!, es sólo una imagen que tu mente ha proyectado reflejando tu propia culpabilidad. ¿Comienzas a sospechar de qué va el juego? Todo lo que ves en el mundo es un símbolo de tus creencias. Todo el mundo es el espejo en el que ves reflejados tus pensamientos... fabricas el mundo para que sea testigo de tus creencias, y al creer en lo que ves, las refuerzas.
Proyectas tu culpa sobre el mundo con la finalidad de deshacerte de ella, y lo único que consigues es hacerla más real en tu mente. El ego te ha hecho creer que al proyectarla, tú te liberas de ella, y no es cierto, es sólo un truco. Cuando mediante la proyección «liberas» tu culpa inconsciente, parece que temporalmente te sientes mejor, te sientes aliviado. Te alegras porque estás en el bando de los «buenos». Pero recuerda que en este mundo, «bueno» es sólo el opuesto de «malo», de manera que ninguno de los dos es real.
La sensación de liberación de la culpa a través de la proyección, no es más que un mero pasatiempo que parece que te libera de ella, pero sólo temporalmente, por tanto, no es liberación en absoluto. La culpa continúa estando intacta en tu mente, pues no es éste el modo en que se deshace. El truco del ego consiste en hacerte creer que cada cosa que percibes es distinta, que cada problema es diferente puesto que diferente es su forma y también parece serlo su solución, de este modo te mantienes entretenido, distraído de la Verdad, intentando cambiar un mundo que no existe excepto en tu mente. Percibes cada situación separada de su causa, y ello no te permite darte cuenta de que la causa es siempre la misma, y de que eres el responsable de cuánto percibes, que tú mismo lo has fabricado, y que lo que intentas cambiar fuera, tan sólo necesita ser sanado dentro.
Proyectas tu culpa fuera de ti porque crees que con ello te redimes de ese supuesto castigo. Pero pasan los días y pasan los años y en compañía del ego, la culpa continúa estando en el mismo lugar de siempre: en tu mente, motivo por el cual sigues «necesitando» nuevas razones-proyecciones que te permitan mantener la ilusión de que te has deshecho de tu culpabilidad al verla fuera de ti. Si realmente la estuvieses disolviendo, cesaría tu necesidad de ver culpables por todas partes, y tú sabes bien que sigues necesitándolos, pues de otro modo, ya no podrías experimentar todos los días cientos de «causas culpables».
¿No te has fijado en el comportamiento de todo el mundo ante lo que aparenta ser un conflicto? Todos buscamos culpables, todos intentamos quitarnos la culpa de encima, siempre queremos que el culpable sea el otro. Observa con cuánta pasión nos consagramos a defender nuestra inocencia. Lógico desde el punto de vista del ego. Tal como el ego piensa, si el culpable es otro, Dios no va a castigarme a mí. Mi salvación, por tanto, dependerá de que yo mantenga a salvo mi inocencia.
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