LA ENFERMEDAD
Anna Horno
Cuando me duele la cabeza, o un pie, o cualquier otra parte del cuerpo, estoy negando a Dios; cuando contemplo la muerte del cuerpo y creo que ésta es mi única realidad, estoy negando a Dios; cuando asumo cualquier forma de limitación, estoy negando a Dios.
Esto es así, dado que me estoy identificando con el cuerpo, y el cuerpo NO TIENE NADA QUE VER CON DIOS NI CON LO QUE ÉL CREÓ.
Toda forma de enfermedad, es la manifestación física de nuestra decisión de defendernos de la verdad.
Nuestro Creador nos creó eternos, ilimitados y totalmente inocentes, por tanto, la enfermedad y la muerte, pueden únicamente ser posibles para una mente que no se conoce, para una mente que ha olvidado Quien Es. Es otro de los muchos intentos del ego por mantenernos alejados de nuestra realidad.
Cuando percibimos a otro o a nosotros mismos como un cuerpo, estamos impidiendo la liberación, y condenándonos a nosotros mismos a seguir viviendo con las limitaciones propias del cuerpo.
LA ENFERMEDAD ES UNA DEFENSA CONTRA LA VERDAD, y cuando nos defendemos, es porque nos percibimos como las víctimas de un ataque. Evidentemente el ego se siente amenazado en presencia de la verdad, pues su supervivencia depende exclusivamente de que continuemos negando nuestra realidad como Hijos de Dios. Si nos sentimos amenazados, es que nos estamos identificando con el cuerpo, puesto que nuestro ser real, nuestro Espíritu, no tiene necesidad alguna de defensa, ya que no existe nada que pueda amenazarlo.
La enfermedad surge como una manifestación externa de nuestra culpa inconsciente: creemos que por nuestros pecados es justo pagar con dolor y sufrimiento, y albergamos la oscura creencia de que a través de éstos, conseguiremos redimir nuestras "faltas". Este es el único propósito de toda enfermedad. Cuando experimentamos la inocencia como nuestra única realidad y la única realidad de cuanto nos rodea, comprendemos la falta de propósito en ésta, y en ese mismo instante el cuerpo queda sanado.
Habrá ocasiones en las que aparezcan signos físicos de enfermedad, pero para una mente totalmente liberada de culpa, los síntomas jamás pueden causar sufrimiento, pues en su disociación del cuerpo, no puede dar realidad a nada que no proceda de Dios.
El cuerpo no es más que la manifestación física del ego, de modo que mientras sigamos otorgándole realidad, seguirá siendo el ego quien esté al mando de nuestra experiencia. El plan del ego en relación con la enfermedad es muy evidente: cuando estás enfermo, sientes dolor, te identificas con el cuerpo, y te haces uno con ambos. En esta situación, casi como un autómata, resuelves que el cuerpo no está separado de ti, por tanto, tú debes ser él, y él debe ser tú.
La enfermedad no es ningún accidente, ni tampoco algo ajeno a la voluntad del ego. La enfermedad es tu responsabilidad, puesto que tú la has decidido para “preservarte” de la verdad.
Percibir al cuerpo únicamente como lo que es: un instrumento a través del cual la mente puede operar en este mundo de ilusiones, y algo completamente separado de ti, es el modo de convertirlo en un medio saludable y útil, que una vez deja de cumplir con el propósito, se abandona sin más.
Mientras continúes identificándote con el cuerpo, estarás condenando a tu mente a vivir al mínimo de sus posibilidades con todos esos atributos que son inherentes al cuerpo: debilidad, limitación, falta, defectos, separación…, la manifestación física de esos pensamientos, es un cuerpo falto de salud.
Estos son los pensamientos que necesitan ser curados, y una vez que se corrigen y se reemplazan por la verdad, el cuerpo goza de perfecto bienestar, pues es la mente en primer lugar la que goza de ese bienestar.
TE GUSTARÁ VISITAR...