LA ANGUSTIA POR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO
Anna Horno
Como estudiante de un Curso de Milagros, sabrás que la muerte no existe; al igual que la enfermedad, no son sino defensas contra la verdad, testigos que tu propia mente fabrica con el propósito de demostrar que Dios está equivocado con respecto a ti. El cuerpo con el que tiendes a identificarte tampoco es real, sino el vehículo que le permite a tu mente dar fe de las ideas que sustenta. Pero sólo son ideas, y una idea no implica realidad, sino solamente una creencia.
En términos del mundo, podríamos definir la muerte como la desaparición o la extinción del cuerpo, y nos aterra únicamente porque creemos ser ese cuerpo, y así nos hacemos uno con la idea de que si el cuerpo muere, nosotros inevitablemente desapareceremos también. Pero nosotros no somos ese cuerpo, sino el efecto de nuestro Creador, Dios, y lo que Dios crea es eterno e inmutable, no tiene principio ni fin. De este modo cobra sentido la máxima del Curso que dice: “Nada real puede ser amenazado, nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios”.
Desde el punto de vista de UCDM, la muerte es simplemente el sereno abandonar del cuerpo una vez que éste deja de ser útil como instrumento de enseñanza-aprendizaje en el mundo.
Cuando un ser querido “muere” sufrimos. Sufrimos porque creemos que la pérdida es posible; sufrimos porque nuestra mente ha establecido que la comunicación se produce mediante el cuerpo, y ambas creencias nos conducen y recrean la creencia original y equivocada de que nos hemos separado de nuestro Creador.
Todas las relaciones que el ego establece en el mundo son relaciones de co-dependencia, de manera que es posible que ante la muerte de un ser querido, experimentemos una sensación de vacío, un sentimiento de que ya no tenemos a quien amar o quien cuide de nosotros, o que nos embargue el temor al pensar que al desaparecer quien hasta ese momento había sido nuestro sustento, ya sea emocional o material, con ello se desvanecen nuestras posibilidades de supervivencia. Pero si aceptamos que la Fuente de nuestro sustento es siempre Dios, que todo bienestar, felicidad y abundancia proceden de Él, comprenderemos que no hay nada fuera de nosotros mismos que pudiéramos necesitar. Los demás son el instrumento para expresar las condiciones del Cielo, y cuando un instrumento desaparece, la misma expresión adquiere una forma diferente, puesto que lo que es real jamás dejará de serlo; ahora ya no hay dependencia, sino únicamente confianza.
Concedemos tanta realidad al cuerpo, que creemos que cuando un ser muere, o simplemente deja de estar presente físicamente en nuestras vidas, la comunicación se torna imposible. Dejamos de “ver” a ese ser, y creemos que con ello todo ha terminado en relación con él. Pero la comunicación REAL sucede mente a mente, que no cuerpo a cuerpo. De manera que para experimentar la unión con otro ser (que es en definitiva lo que perseguimos en todas nuestras relaciones), no necesitas en absoluto al cuerpo, sino a tus pensamientos de amor incondicional, y estos proceden de tu mente.
Cuando experimentamos la muerte como algo real, estamos apoyando a nuestro falso yo, el ego, y con ello fortaleciendo en nuestra mente, en lugar de sanando, la idea de que somos algo separado de Dios. Recuerda que la creencia en la separación es la causa de nuestra experiencia en este mundo y de todo aparente sufrimiento. Tú no puedes morir, ya que Quien te creó es el Dador de Vida, no obstante, puedes soñar que mueres, y eso es precisamente lo que crees estar experimentando en el sueño de este mundo.
La experiencia de la muerte en sí, carece de significado, como todos los aparentes sucesos de nuestras vidas. El significado que tendrá para ti será el que tú mismo le otorgues. Y si en vez de percibir la muerte como una dolorosa pérdida y la separación de alguien a quien amas, la experimentas como una oportunidad para sanar tu mente, estarás en el camino de despertar a tu verdadera identidad como el ser espiritual que en verdad eres.
Un Curso de Milagros nos exhorta a ofrecer todos nuestros pensamientos atemorizantes y experiencias dolorosas a Quien fue creado por el Mismísimo Amor para conducirnos de vuelta a Casa: EL ESPÍRITU SANTO. La muerte de un ser querido, como cualquier otra experiencia de sufrimiento, es una magnífica oportunidad para tú poder sanar en tu mente las ideas que no proceden de Dios, sino del ego, y si estás dispuesto a ofrecerle la experiencia a Él, tu guía en el mundo, para que pueda reinterpretarla por ti, gradualmente retornarás a la paz y el amor que por herencia te pertenecen.
Incluyo aquí algunas de las muchísimas citas que aparecen en el Curso haciendo alusión a la muerte:
“El vacío que el miedo engendra tiene que ser substituido por el perdón. Eso es lo que la Biblia quiere decir con "Ya no habrá muerte", y por lo que yo pude demostrar que la muerte no existe. Vine a dar cumplimiento a la ley al re-interpretarla. La ley en sí, si se entiende correctamente, sólo ofrece protección. Son los que aún no han cambiado su manera de pensar quienes han introducido en la ley la idea de "las llamas del infierno". Te aseguro que daré testimonio a través de todo aquel que me lo permita, y en la medida en que me lo permita. Aquello de lo que das fe demuestra tus creencias, y de esta manera las refuerza. Aquellos que dan testimonio de mí están expresando, por medio de los milagros que obran, que han dejado de creer en la carencia en favor de la abundancia que han aprendido les pertenece” (T-1.IV.4)
“La mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real y aterradora, y esta creencia es lo que es el "diablo". Es una idea poderosa, dinámica y destructiva que está en clara oposición a Dios debido a que literalmente niega Su Paternidad. Examina tu vida y observa lo que el diablo ha hecho. Pero date cuenta de que eso que ha hecho se desvanecerá completamente a la luz de la verdad, ya que su cimiento es una mentira. El hecho de que Dios te haya creado constituye el único cimiento que no puede ser debilitado, ya que la luz se encuentra en él. Tu punto de partida es la verdad, y tienes que retornar a tu Origen. Mucho se ha visto desde entonces, pero en realidad no ha ocurrido nada. Tu Ser no ha dejado de estar en paz, a pesar de que tu mente está en conflicto. Todavía no has retornado lo suficiente, y de ahí que tengas tanto miedo. A medida que te acercas a tu Origen, experimentas el miedo a la destrucción de tu sistema de pensamiento como si se tratase del miedo a la muerte. Pero la muerte no existe. Lo que existe es la creencia en la muerte.
“La rama que no da fruto será cortada y se secará. ¡Alégrate de que sea así! La luz brillará desde la verdadera Fuente de la vida, y tu forma de pensar quedará corregida. No puede ser de otra manera. Tú que tienes miedo de la salvación estás eligiendo la muerte. Vida y muerte, luz y obscuridad, conocimiento y percepción, son conceptos irreconciliables. Creer que se pueden reconciliar es creer que Dios y Su Hijo no pueden reconciliarse. Sólo la unicidad del conocimiento está libre de conflicto. Tu reino no es de este mundo porque te fue dado desde más allá de él. La idea de un problema de autoridad tiene sentido únicamente en este mundo. Al mundo no se le abandona mediante la muerte sino mediante la verdad, y la verdad sólo la pueden conocer aquellos para quienes el Reino fue creado, y por quienes espera” (T-3.VII:5-6)
“El viaje a la cruz debería ser el último "viaje inútil". No sigas pensando en él, sino dalo por terminado. Si puedes aceptarlo como tu último viaje inútil, serás libre también de unirte a mi resurrección. Hasta que no lo hagas, estarás desperdiciando tu vida, ya que ésta simplemente seguirá siendo una repetición de la separación, de la pérdida de poder, de los esfuerzos fútiles que el ego lleva a cabo en busca de compensación y, finalmente, de la crucifixión del cuerpo o muerte. Estas repeticiones continuarán indefinidamente hasta que voluntariamente se abandonen. No cometas el patético error de "aferrarte a la vieja y rugosa cruz". El único mensaje de la crucifixión es que puedes superar la cruz. Hasta que no la superes eres libre de seguir crucificándote tan a menudo como quieras. Éste no es el Evangelio que quise ofrecerte. Tenemos otro viaje que emprender, y si lees cuidadosamente las lecciones que aquí se ofrecen, éstas te ayudarán a prepararte para emprenderlo” (T-4.In.3)
“Cuando tu cuerpo, tu ego y tus sueños hayan desaparecido, sabrás que eres eterno. Tal vez pienses que esto se logra con la muerte, pero con la muerte no se logra nada porque la muerte no es nada. Todo se logra con la vida, y la vida forma parte del ámbito de la mente y se encuentra en la mente. El cuerpo ni vive ni muere porque no puede contenerte a ti que eres vida. Si compartimos la misma mente, tú puedes superar la muerte puesto que yo la superé. La muerte es un intento de resolver conflictos no tomando ninguna decisión. Al igual que todas las demás soluciones imposibles que el ego propugna, ésta tampoco resultará” (T-6.V.A.1)
“La plenitud cura porque es algo propio de la mente. Toda clase de enfermedad, e incluso la muerte, son expresiones físicas del miedo a despertar. Son intentos de reforzar el sueño debido al miedo a despertar. Ésta es una forma patética de tratar de no ver inutilizando la facultad de ver. "Descansa en paz" es una bendición para los vivos, no para los muertos, ya que el descanso procede de despertar, no de dormir. Dormir es aislarse; despertar, unirse. Los sueños son ilusiones de unión porque reflejan las nociones distorsionadas del ego con respecto a lo que significa unirse. El Espíritu Santo, no obstante, aprovecha también el tiempo que pasas durmiendo, y puede, si se lo permites, utilizar los sueños que tienes mientras duermes para ayudarte a despertar” (T-8.IX.3)
“Los ritos del dios de la enfermedad son extraños y muy estrictos. En ellos la alegría está prohibida, pues la depresión es la señal de tu lealtad a él. La depresión significa que has abjurado de Dios. Son muchos los que tienen miedo de la blasfemia, mas no entienden lo que ésta es. No se dan cuenta de que negar a Dios es negar su propia Identidad, y en este sentido el costo del pecado es la muerte. Esto es así en un sentido muy literal: negar la vida hace que se perciba su opuesto, de la misma manera en que toda forma de negación reemplaza lo que existe con lo que no existe. Nadie puede realmente hacer esto, aunque es indudable que tú puedes pensar que puedes y creer que lo has hecho” (T-10.V.1)
“La proyección del ego hace que la Voluntad de Dios parezca ser algo externo a ti, y, por lo tanto, que no es tu voluntad. De acuerdo con esta interpretación parece que fuese posible que la Voluntad de Dios y la tuya estuviesen en conflicto. Dios, pues, parece exigirte algo que tú no le quieres dar, privándote así de lo que anhelas. ¿Cómo iba a ser posible que Dios, que sólo desea lo que es tu voluntad, fuese capaz de eso? Tu voluntad es Su vida, que Él te ha dado. Ni siquiera en el tiempo puedes vivir separado de Él. Dormir no es estar muerto. Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir. La inmortalidad es Su Voluntad para Su Hijo y la voluntad de Su Hijo para sí. El Hijo de Dios no puede disponer la muerte para sí mismo porque su Padre es Vida y Su Hijo es como Él. La creación es tu voluntad porque es Su Voluntad” (T-11.I.9)
“He dicho antes que Dios amó tanto al mundo, que se lo dio a Su Hijo unigénito. Dios ama ciertamente el mundo real y aquellos que perciben la realidad de éste no pueden ver el mundo de la muerte, pues la muerte no forma parte del mundo real, en el que todo es un reflejo de lo eterno. Dios te dio el mundo real a cambio del mundo que tú fabricaste como resultado de la división de tu mente, el cual es el símbolo de la muerte. Pues si pudieses realmente separarte de la Mente de Dios, perecerías” (T-12.III.8)
“El ego no traiciona a Dios, a Quien es imposible traicionar. Pero te traiciona a ti que crees que has traicionado a tu Padre. Por eso es por lo que la erradicación de la culpabilidad es un aspecto esencial de las enseñanzas del Espíritu Santo. Pues mientras te sientas culpable estarás escuchando la voz del ego, la cual te dice que has traicionado a Dios y que, por lo tanto, mereces la muerte. Pensarás que la muerte procede de Dios, y no del ego, porque al confundirte a ti mismo con el ego, creerás que deseas la muerte. Y de lo que deseas, Dios no te puede salvar” (T-12.VII.14)
“Puedes aceptar la demencia porque es obra tuya, pero no puedes aceptar el amor porque no fuiste tú quien lo creó. Prefieres ser un esclavo de la crucifixión que un Hijo de Dios redimido. Tu muerte individual parece más valiosa que tu unicidad viviente, pues lo que se te ha dado no te parece tan valioso como lo que tú has fabricado. Tienes más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin que le importe la tuya” (T-13.III.5)
“¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. Y todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosidad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. ¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? El mensaje y el mensajero son uno. Y no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosidad, en la que tú te alzas condenado. En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú” (T-25.I.2)
“No obstante, si el Espíritu Santo puede convertir cada sentencia que te impusiste a ti mismo en una bendición, entonces no pudo haber sido un pecado. El pecado es lo único en todo el mundo que no puede cambiar. Es inmutable. Y de su inmutabilidad depende el mundo. La magia del mundo parece ocultar de los pecadores el dolor del pecado, y engañar con falsos destellos y con ardides. Más todo el mundo sabe que el costo del pecado es la muerte. Y ciertamente lo es. Pues el pecado es una petición de muerte, un deseo de hacer que los cimientos de este mundo sean tan firmes como el amor, tan dignos de confianza como el Cielo y tan fuertes como Dios Mismo. Todo aquel que cree que es posible pecar mantiene al mundo excluido del amor. Y esto no cambiará. Sin embargo, ¿sería posible que lo que Dios no creó compartiese los atributos de Su creación, cuando se opone a ella desde cualquier punto de vista?” (T-25.VII.1)
“El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpabilidad y a la muerte, no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que os mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el espacio que mantiene a tu hermano separado de ti. Mientras empuñes esa espada, no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja otra imagen de lo que él es, y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser también” (T-31.VII.9)
“Las ilusiones que tienes acerca de ti y acerca del mundo son una y la misma. Por eso es por lo que todo perdón es un regalo que te haces a ti mismo. Tu meta es descubrir quién eres, al haber negado tu Identidad atacando a la creación y a su Creador. Ahora estás aprendiendo a recordar la verdad. Para ello, el ataque tiene que ser reemplazado por el perdón, de manera que los pensamientos de vida puedan reemplazar a los pensamientos de muerte” (Lección 62.2)
Así que recuerda: los pensamientos que no proceden de Dios, jamás serán reales. Las ideas no abandonan su fuente, únicamente tu decisión de no continuar fortaleciendo lo que no es real, hará posible que gradualmente la creencia en lo irreal se debilite en tu mente hasta que finalmente se desvanezca.
Que los Dones del Cielo estén bien presentes siempre en tu mente.
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