LA TIMIDEZ EN EL NIÑO
Publicado en revista CuerpoMente - Nº 250
Si se desconfía del entorno social o se teme no dar la talla, la timidez es tanto una respuesta como un traje protector. Todos somos tímidos en cierto grado y es útil conocer los motivos de esa actitud.
La timidez no es una categoría diagnóstica ni una patología en sí misma, sino más bien un rasgo de la personalidad que puede llegar a convertirse en un problema cuando resulta tan grande que dificulta una buena relación con las otras personas.
A lo largo de la infancia es frecuente que un niño se muestre tímido en algún momento, ya que son muchos los cambios que se dan durante esos años, tanto externos –escuela, amigos, familiares…- como internos, fruto de su propia evolución. La exposición a nuevas situaciones y relaciones en determinados niños puede ser un factor desencadenante de inseguridades que se manifiestan a través de la timidez.
En este artículo descifraremos las claves de esta problemática y los mitos que giran en torno a ella, con el deseo de ayudar tanto a prevenir como a solucionar la timidez y sus posibles causas.
LAS TRES SEÑALES
Acercarse a un niño tímido es lo contrario de lo que este niño suele hacer con los otros niños o adultos. Aquí tenemos ya la primera muestra de la timidez: la dificultad en acercarse, relacionarse e interactuar con otros. Eso puede observarse tanto en la escuela como en el parque o en el hogar. En la escuela, el niño suele estar solo en el patio o jugar con uno o muy pocos niños, o bien no intervenir en clase, enrojecer cuando se le pregunta algo… En el parque, tiende a quedarse pegado a sus padres y estos tienen que empujarle para que vaya a jugar. En casa, no suele contar lo que le ha pasado durante el día y prefiere entretenerse a solas en su propio mundo, o bien refugiarse frente al televisor, sobre todo cuando hay reuniones familiares numerosas.
La segunda señal que suele apreciarse en un niño tímido es el aumento de sus temores e inseguridades: desea el contacto con sus compañeros pero a la vez lo teme porque no sabe si sabrá jugar como los otros. También duda acerca de si sabrá responder bien al profesor. Eso hace que con sólo pensar que le aguardan esas situaciones las vea más bien como un peligro, por lo que tiende a evitarlas y a retraerse en sí mismo.
En el caso de una timidez muy severa, esto puede derivar incluso en una fobia escolar, ya que la escuela es el lugar donde se concentran todos sus miedos.
En función de esta dificultad para vincularse a los demás y el grado de sus temores, la tercera señal es el nivel de sufrimiento de un niño tímido. Cuanto mayores sean las dos señales anteriores, más sufrimiento habrá, puesto que la timidez dificulta la expresión de los sentimientos, de manera que el niño rara vez comentará a los padres lo mal que lo está pasando. Como máximo dirá que los otros niños son unos brutos o unos tontos, o que la profesora le tiene manía y le deja de lado, sin reconocer que su timidez le ha ido marginando y le hace sufrir.
UN SUFRIMIENTO SILENCIOSO
En otras palabras, lo que da la pista definitiva del grado de la timidez y de la preocupación que genera en los padres, es el grado en que se exterioriza. Por ejemplo, si un niño más o menos abierto y que se ha relacionado bien inicia una etapa de mayor timidez pero sin encerrarse demasiado en sí mismo, es factible pensar que se trata de una situación transitoria fruto de los cambios externos. Hay que hablar entonces con él y apoyarle, pero sin convertir esa etapa en un problema. Por el contrario, si se trata de un niño más bien retraído y con dificultad para hacer amigos y, además, observamos que cada vez le cuesta más ir a la escuela o se aísla más en el parque, que va cambiando su carácter mostrándose enfadado e irascible, mientras en casa se distancia del contacto con nosotros o sus hermanos, entonces es posible que exista un alto grado de sufrimiento que el niño no logra expresar por otros cauces. Será preciso en ese caso preocuparse seriamente y, si es necesario, buscar ayuda profesional.
DE DÓNDE SURGE LA TIMIDEZ
El origen de la timidez radica en distintos factores que pueden resumirse básicamente en dos tipos:
Influencia familiar
La personalidad de un niño se desarrolla a través de la interacción con los padres, tanto a nivel afectivo como de modelaje. Si un niño presenta carencias afectivas, un entorno familiar inestable, está sobreprotegido por los padres o estos no han sabido imponer unas normas y límites coherentes, es muy probable que se trate de un niño inseguro y con poca confianza en sí mismo. Eso le impedirá abordar con tranquilidad las situaciones sociales que se vaya encontrando desde pequeño, tendrá miedo a fracasar o a no hacerlo bien. Si además los padres apenas tienen amigos y participan poco de la vida social, el hijo tendrá pocas experiencias sociales y tenderá a ver el mundo externo a la familia como un entorno más bien hostil, dado que no habrá hallado en sus padres un modelo de habilidades sociales adecuado.
Experiencias vividas
Si se da la situación anterior, el niño se sentirá fácilmente inseguro, con lo cual interactuará con torpeza en sus encuentros con los otros niños y los adultos. Si esa torpeza provoca burlas o risas y un cierto aislamiento, bajará la autoestima del niño y se creará en él un sentimiento de inferioridad, que a su vez hará que se retraiga ante los demás, se aísle y sea cada vez más tímido.
Podemos ver, por tanto, que un niño tímido es fruto de la combinación de elementos provenientes den entorno familiar y del resultado de sus propias malas experiencias. La consecuencia de todo ello es que el niño tímido acaba teniendo muy pocas habilidades sociales, lo que retroalimenta su timidez.
ACLARANDO MITOS Y CONCEPTOS
Precisamente porque la timidez es una entidad tan difusa y difícil de definir, circulan muchos mitos sobre ella y se utilizan muchos conceptos como sinónimos que, en la práctica, no hacen más que acabar de confundir y apenas aportan soluciones. Veamos a continuación algunos de estos puntos oscuros a fin de arrojar luz que nos permita comprender mejor el fenómeno de la timidez.
¿Introversión o timidez?
La diferencia entre una y otra estaría en función del grado de sufrimiento. Por ejemplo, un niño introvertido suele ser un niño más bien solitario y, por tanto, el hecho de no acercarse a los otros es un acto voluntario que no le provoca ninguna ansiedad. El tímido, por el contrario, querría acercarse y no puede.
¿Vergüenza o timidez?
En este caso la diferencia suele estar en la cantidad de situaciones que provocan una cosa u otra. Un niño tímido suele serlo frente a cualquier situación que implique interacción social, mientras que la vergüenza tiende a aparecer en determinadas circunstancias, como hablar en público o pedir algo en una tienda. En el resto de situaciones, el niño vergonzoso actúa con toda normalidad.
“Ya se le pasará, yo también era tímido a su edad”
Este argumento de muchos padres puede ser cierto pero no convincente. Es decir, por el simple hecho de que ellos de pequeños fueran tímidos y lo hayan superado, suelen pasar por alto el recuerdo de su propio malestar como niños y negar el sufrimiento actual de sus hijos. Si la timidez se ha cronificado durante la infancia, aunque aparentemente se haya superado, siempre queda un rastro de inseguridad.
Premiar y reforzar los éxitos es la mejor terapia
A nadie le amarga un dulce, y menos a un niño tímido, a quien lógicamente le agrada y supone una inyección de autoestima cualquier halago por algo que haya hecho bien. Pero hay que ser muy cautos a la hora de llevar a cabo ese refuerzo, ya que alabar una conducta en público, convirtiendo al niño en el centro de atención de todos los demás, podría tener el efecto contrario y fomentar más la timidez.
“Hay que forzarle, de lo contrario no lo superará nunca”
Esta especie de “terapia salvaje” suele tener el mismo efecto que la anterior. No hay nada peor que pretender que un niño tímido se enfrente a sus miedos sumergiéndolo de lleno en una actividad que los padres creen que le resultará beneficiosa, sea del tipo que sea: fiesta de amigos, actividad extraescolar, deporte, etc. Es fácil entonces que sus miedos le bloqueen y exageren más su falta de habilidades sociales.
Es cierto que se requiere cierta constancia para superar la timidez, pero constancia no significa inmersión. Es preferible elegir conjuntamente con el niño aquellas actividades en las que se sienta más seguro y alentarle para que las lleve a cabo con firmeza pero sin forzarle.
EL VALOR DE LA AUTOESTIMA
Como el propio término sugiere, la autoestima tiene bastante que ver con la imagen que alguien tiene de sí mismo y, por lo que llevamos expuesto, en el trasfondo de un niño tímido a menudo se encuentra un niño que tiene una mala imagen de sí mismo, que se ve sin fuerzas, abocado al fracaso, con miedo a interactuar, etc.
Si queremos evitar la timidez hemos de potenciar que nuestros hijos tengan una buena imagen de sí mismos, que sepan que pueden confiar en sus habilidades y que, aunque muchas veces se equivocarán, descubran que los errores ofrecen un buen camino para el aprendizaje.
Algunos consejos para potenciar la autoestima en los pequeños son:
- Hacerles entender que son importantes para nosotros escuchando lo que nos cuentan e interesándonos por sus cosas: las relaciones con sus amigos, la marcha de sus actividades, etc.
- Brindar siempre el apoyo necesario a sus iniciativas y respetar sus intereses.
- Estar a su lado en los malos momentos, y sea por temas escolares, por problemas con los amigos, etc.
- Limitar nuestras críticas a situaciones concretas, no generalizar con etiquetas del tipo “eres malo” o “no haces nada bien” para reprocharles una mala acción, como, por ejemplo, que hayan roto algo o no hayan hecho los deberes.
Estas y muchas otras ideas afines ayudarán al niño a ganar seguridad y a saber enfrentarse a los contratiempos y situaciones cotidianas, lo que constituye la mejor prevención ante la timidez.
CUANDO UN ADOLESCENTE ES TÍMIDO
En la adolescencia es importante distinguir entre la timidez pasajera, propia de los cambios de esta etapa, y aquella que ya venía arrastrándose desde la infancia. Si ésta permanece instalada, entorpecerá la vida social, tan importante en estos momentos, y puede ser un rasgo distintivo de la vida adulta de la persona.
Los factores clave de la timidez en la adolescencia gravitan en torno al aspecto físico, desde el cuerpo a la ropa, y la falta de habilidades sociales, que dificulta el contacto con los otros y puede intensificar el problema de marginación.
El mejor modo de ayudar a un adolescente tímido es llevarlo a un psicólogo para que pueda trabajar este rasgo de su carácter que puede generarle una gran infelicidad.
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