HE INVENTADO EL MUNDO QUE VEO

 

Libera Tu Ser - Un Curso de Milagros - Reflexiones: "HE INVENTADO EL MUNDO QUE VEO"


 

Por Anna Horno

No le otorgues un propósito divino a este mundo, pues no lo tiene. Este lugar no es más que una «tapadera» del odio que sientes hacia ti mismo a causa de tu creencia en la separación.

Este mundo y todo lo que ves y experimentas a través de tus sentidos físicos, no ha sido creado por Dios, sino por el ego. No estamos aquí por una voluntad externa con una finalidad espiritual, sino por nuestra propia voluntad de escapar de un castigo que en realidad no existe. Fue una decisión que nuestra mente tomó apremiada por el miedo, y esa decisión, vino acompañada del mundo tal como lo experimentas, en su surtida gama de matices, con sus risas y sus llantos, con sus alegrías y sus sinsabores, sus éxitos y sus fracasos, con sus luces y sus sombras. El principio de dualidad.

Y habrás escuchado decir que ésta es necesaria, y te habrán enseñado que es el único camino que te conducirá a la experiencia de los complementarios. Pero es falso, por la sencilla razón de que tú ya eres un Ser completo, sólo que primero lo negaste y a continuación lo olvidaste. Y así, en nuestra locura, andamos buscando completar lo que ya está completo.

La dualidad no es nada, ni tiene ningún valor ni propósito intrínseco. Nada que experimente contrarios puede ser real, el propio contrario lo anula, lo incapacita para existir, porque sólo lo que es eterno puede existir. Nada que no exprese Lo Absoluto puede ser real porque no puede existir bajo el principio de permanencia. Y esto es nuestro mundo: un amplio repertorio de opuestos.

Este lugar, tu cuerpo y todos los demás cuerpos y formas que percibes, no tienen nada que ver con Dios. Dios Es Lo Absoluto, y lo que crea también lo Es. Lo Absoluto no tiene opuestos, de otro modo dejaría de serlo.

Estarás de acuerdo conmigo en que lo creado posee siempre las mismas cualidades que su creador, incluso el mundo que conocemos se rige por este principio. A partir de aquí, si Dios es Amor, y tú y yo, como el cuerpo que creemos ser, fuésemos Su Creación y este mundo lo fuera también, ¿cómo íbamos a poder experimentar algo distinto al Amor? ¿Cómo íbamos a poder sentir miedo, u odio o rechazo? Si sientes miedo, entonces es que no eres Amor. Si Dios es paz y profunda dicha, ¿cómo nosotros íbamos a poder experimentar algo distinto?, ¿cómo el mundo iba a poder mostrarnos algo diferente? Es evidente que quienes defienden la idea de que Dios creó el mundo, no se han parado a mirar detenidamente la contradicción en la que cae su argumento.

Si Dios es eterno, ¿cómo ibas tú a poder experimentar la muerte?, ¿no es acaso más acertado pensar que te debió crear bajo ese mismo principio de eternidad?

Si hay algo por lo que este mundo se caracteriza es por la presencia de la muerte, es lo único seguro aquí. La muerte está en todas partes. Todo comienza y todo termina. Así lo experimentas en las relaciones, con tus sentimientos, con los cuerpos e incluso con tus ideas: las que ayer defendías, probablemente no sean las mismas con las que hoy te identificas, o sea que de algún modo, incluso las ideas mueren. Si estás de acuerdo con la definición de Dios como Ser eterno, inmutable e ilimitado, este mundo no pudo ser Su creación.

Tu realidad no es de este mundo, pero el mundo está en tu mente, y sólo tu decisión de devolver a la Unidad todos esos aspectos fragmentados que ahora tus ojos parecen mostrarte, hará posible que retornes a tu experiencia del Amor no condicionado, la paz y la plenitud que son el legado de tu Padre.

Sólo lo que Dios crea es real: ni este lugar ni el cuerpo que ahora crees ser tú lo son. Lo que no posee las cualidades de Dios, no existe. Podrás adjudicar a tus sueños el nombre de la verdad, pero si en su esencia no la representan, entonces no son la Verdad, aunque tú creas que sí.

Ahora mismo, en lo que parece ser tu mente dividida, sostienes la ilusión de dos existencias completamente diferentes y de orígenes muy distintos. En realidad sólo una es real, la otra no es más que un sueño que tú mismo inventaste, o lo que es lo mismo, tu ego a partir de su demente creencia en la separación. Una de ellas permanece como un minúsculo recuerdo en algún apartado lugar de tu conciencia, mientras que la otra, parece muy, muy real. La verdadera existencia, te conduce a una paz y a una dicha constantes, mientras que en este mundo ilusorio, no puedes evitar experimentar un sentimiento de fragilidad y vulnerabilidad que no hacen otra cosa que intensificar el miedo en tu mente. Crees vivir a la deriva, a merced de unos vientos caprichosamente cambiantes; vives como un náufrago en medio de la tormenta, preguntándote porqué Dios te castiga con tanta vehemencia.

¿Realmente crees que es Dios el causante de tu sufrimiento?

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