HACER JUICIOS
Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.
Pregunta 164
Mi manera de ver Un curso de milagros ha cambiado de forma considerable tras escuchar la grabación de Ken “El significado de hacer juicios”. La idea clave de esta grabación es contemplar el ego sin sentir ninguna necesidad de juzgarlo. Dicho de otra manera, contemplar nuestros pensamientos sin juzgarlos y darnos cuenta de manera definitiva de que lo que creemos no tiene efecto alguno sobre la realidad. Parece que nuestros poderosos pensamientos quedan desactivados cuando nos damos cuenta de que no impresionan ni sacuden a la realidad. No obstante, Ken sigue recordándonos que no juzguemos a los demás. Parece como que, si lo hacemos, vamos a necesitar una defensa contra esos pensamientos. Al decir que no deberíamos juzgar a los demás, ¿no estamos haciendo real el hacer juicios? Se supone que hemos de contemplar nuestros egos sin juzgarlos. ¿No se incluye en esto contemplar –sin darles realidad– los juicios que hacemos de los demás? Algunos de los juicios que hacemos pueden ser muy fuertes, pero si podemos contemplarlos y darnos cuenta de que no pasa nada, ¿no estamos progresando
RESPUESTA: Podrías haber entendido mal. La grabación a la que te refieres argumenta que la meta, al contrario de lo que muchos estudiantes creen que dice el Curso, no es dejar de juzgarnos a nosotros mismos y a los demás, sino más bien aprender a no juzgarnos a nosotros mismos por hacer esos juicios. Tal como tú señalas, al resistirnos e intentar cambiarlos los estamos haciendo reales para la mente, y eso sigue dándole poder a los juicios y al ego. De manera que el objetivo es contemplar –sin tomarlos en serio– los juicios que hace el ego, es decir, sin culpabilidad y sin intentar justificarlos ni racionalizarlos de manera alguna. Una parte muy importante de este proceso de observación es reconocer el coste que tiene el hacer juicios. Los juicios mantienen la realidad de la idea de la separación, y así destierran a la paz e invitan a quedarse al dolor y la culpabilidad.
Cuando, con el tiempo, reconocemos el coste que tiene el hacer juicios, aumenta nuestra motivación para unirnos a Jesús, o al Espíritu Santo, y abandonar el interés que ponemos en juzgar. Así que no se trata de que no debamos hacer juicios, sino más bien de para qué querríamos hacerlos si comprendiésemos bien lo que los acompaña. Por cierto, no es que nuestros juicios no impresionen ni sacudan a la realidad, ¡es ni siquiera los ve ni los reconoce! Porque nuestros juicios no tienen ninguna realidad. Y por eso, cerca del final del Curso, Jesús señala: “Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. Al renunciar a los juicios, renuncia simplemente a lo que nunca tuvo. Renuncia a una ilusión; o mejor dicho, tiene la ilusión de renunciar a algo. […] Al reconocer que nunca le fue posible juzgar, deja de intentarlo.” (M.10.2:1-3,5).
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