GENTE "ODIOSA"
Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.
Pregunta 468
I. En mi trabajo hay una persona a quien encuentro muy difícil y me parece imposible que me guste de ninguna manera. Sin embargo, todos los demás de mi departamento tienen los mismos sentimientos hacia ella, algunos incluso más fuertes. Si es mi maestra/salvadora, y me está devolviendo un reflejo de dónde estoy y lo que inconscientemente aún tengo en contra de mí mismo, ¿cómo encaja en la filosofía de Un curso de milagros que todos los demás de mi departamento experimenten lo mismo?
II. Jesús habla en Un curso de milagros de que, cuando soltamos nuestros resentimientos en contra de alguien, el Espíritu Santo extiende este regalo por medio de nosotros, y la otra persona “se va a dar cuenta de su error”. Yo he notado que cuando suelto un resentimiento en contra de alguien, a menudo parece que renuevan su actitud hacia mí, aunque se me ha guiado a sentir que reciben una nueva interpretación de mí y una corrección de la culpabilidad que habían proyectado sobre mí. Pero si esa persona no es psicológicamente sofisticada, ¿cómo puede comprenderme profundamente?
RESPUESTA: No es raro en absoluto que mucha gente reaccione de manera negativa a la misma persona, como hoy día es fácil de ver con los personajes públicos y los famosos. Todos compartimos el mismo sistema de pensamiento del ego, y esto significa que todos estamos mandando a los mensajeros del miedo de los que Jesús habla en el primer obstáculo a la paz, a buscar gente “mala” y odiosa sobre la que podamos proyectar nuestra culpabilidad inconsciente (T.19.IV.A.i). De manera que no es sorprendente que todos en tu departamento reaccionen de la misma manera hacia tu compañera de trabajo. Puesto que todos somos partes separadas de la misma mente del ego, todos nos pasamos el tiempo metidos en la misma dinámica del ego. Pero también es verdad que todos compartimos el mismo sistema de pensamiento del perdón en la mente recta y la misma capacidad de tomar decisiones y elegir entre los dos sistemas. De forma que cada uno de vosotros podría pedir ayuda con los juicios y las condenas que hacéis sobre esta persona. Podrías intentar identificar el significado que hay detrás de esta forma de comportamiento que encuentras inaceptable, y entonces preguntarte a ti mismo “¿Me acusaría a mí mismo de eso?” (E.134.9:3). Así sabrías qué es lo que encuentras imperdonable en ti mismo y tendrías otra oportunidad de contemplarlo en compañía de Jesús sin juicios. En el momento en que mires dentro de ti mismo sin juzgar, serás capaz de mirar a tu compañera de trabajo comportándose como lo hace, y sentir sólo compasión. Cuando se está en un momento libre de miedos y de condenas contra uno mismo, sólo se percibe la petición de amor que hay detrás del odio y la maldad del ego. Pero, como sabes, la percepción de la mente recta no implica que no se actúe de manera apropiada en estas situaciones. Si hiciera falta una acción disciplinaria o una corrección, las llevarías a cabo sin repulsión, enfado, miedo ni juicios. Y esto nos conduce a la siguiente pregunta:
II. Nuestros resentimientos contra los demás son normalmente tratos que hacemos con ellos para mantener la realidad del pecado, la culpabilidad y el miedo, –la sangre que circula por las venas del ego– y así poder seguir con nuestras vidas individuales sin tener que aceptar nuestra responsabilidad por la separación de nuestra Fuente. En la sección Los votos secretos del capítulo 28, Jesús habla del acuerdo entre unos y otros para garantizar nuestras identidades de individuos separados. Esta sección trata principalmente de la enfermedad, pero la misma dinámica se aplica a los resentimientos. Nos dice que hacemos una promesa al otro, que mantenemos fuera de la consciencia, “de que él te herirá y de que a cambio tú lo atacarás. […] [la enfermedad] Es la consecuencia natural de lo que se hizo en secreto, en conformidad con el deseo secreto de otro de estar separado de ti, tal como el tuyo es estar separado de él.” (T.28.VI.4:7; 5:2).
Como ocurre con todas nuestras defensas contra el amor y la Unicidad, elegimos mantener viva la culpabilidad e inmediatamente nos ocultamos a nosotros mismos esa decisión, y nos quedamos sintiendo hostilidad y repulsión contra el otro, que vemos perfectamente justificadas. Pero en otro nivel de la mente siempre mantenemos el trato hecho de relacionarnos como víctima y victimario. Así, si cambiaras de ideas y eligieras en contra de la decisión original del ego de ver al otro como el pecador, esa persona podría decidir lo mismo y no mantener el trato que hizo contigo. Ocurre con frecuencia. No tiene nada que ver con la sofisticación psicológica, excepto tal vez en el lenguaje que se utiliza. Ocurre en otro nivel.
Por otra parte, el otro puede tener demasiado miedo de soltar su defensa y, por tanto, no cambiar aunque tú hayas soltado el resentimiento. Pero eso no debería tener nada que ver con tu decisión. Si sueltas el resentimiento de verdad, verás lo aterrorizado de perder sus defensas que está el otro, y entonces sentirás auténtica compasión y comprenderás cuál es la causa de su conducta. Cuando percibes con los ojos del perdón desde la mente recta, te conviertes para el otro en un recordatorio de que él puede hacer la misma elección que tú has hecho. Y entonces, sabiendo que el odio y el miedo del ego no tienen ningún poder de cambiar el amor, y que, por lo tanto, no ha habido ningún cambio de la verdadera Identidad de esa persona, le concederás todo el tiempo que necesite para aceptar la Expiación.
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