DISTINGUIR ENTRE EL EGO Y EL ESPÍRITU SANTO
Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.
Pregunta n° 169: En el pasado he tenido problemas para encontrar empleo. Solía pensar que la vida es demasiado corta para trabajar, o que el dinero no vale el tiempo que hay que dedicarle. Llegué a darme cuenta de que mis excusas tenían que ver con mis complejos de inferioridad, timidez, desigualdad, etc. y que no podía arreglármelas con las expectativas de un jefe, ni con la presión social en el trabajo. Aunque he hecho grandes avances con Un Curso de Milagros y con el perdón, parece que no soy capaz de distinguir entre el ego y el Espíritu Santo en lo que al empleo se refiere. Parece que no tiene caso trabajar y podría dedicar ese tiempo al perdón. O tal vez trabajando podría aprender mis mayores lecciones de perdón. ¿Cuál es el ego y cuál el Espíritu Santo?
Respuesta: Distinguir entre el ego y el Espíritu Santo puede ser una tarea abrumadora a veces, pero una de las más importantes, si no es la más importante, que hay que dominar en el estudio de Un Curso de Milagros. Hasta que llegue el día de la certeza en que todos los pensamientos y acciones vienen del Espíritu Santo (del mundo real), lo mejor que uno puede hacer es hacer lo que uno pueda, y luego observar los “frutos del trabajo de uno”, o como lo llamaría el Curso “La Prueba de la Verdad”: “Existe una sola prueba -- tan infalible como Dios -- con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. Si en realidad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya ” (T.14.XI.5:1,2).
Mientras que has experimentado el perdón en varias áreas de tu vida, parece incompleto en lo que al empleo se refiere, debido en parte a tu aparente ambivalencia hacia él. Antes de que puedas volverte consciente de lo que el Espíritu Santo quiere que hagas (y que no hagas), tienes que estar dispuesto a no ocultar nada: “No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece.” (T.15.IV.9:6,7,8,9). En otras palabras, examina todas las ideas sobre empleo que guardas en tu mente. Haz una lista de “buenas y malas”, “a favor y en contra” -- deja que lo que sea que haya ahí venga a tu consciencia. Una vez que todo el “parloteo” sobre este tema se haya expresado, estarás en mejores condiciones para oír la Voz que te va a guiar. Notarás que tu atención a la forma de la respuesta disminuye conforme el contenido de estar con o sin culpabilidad se vuelve más importante. Un ejercicio como el mencionado antes te ayudará a practicar el cambio de enfoque de la forma al contenido, del efecto a la causa. Y acuérdate también de la importante lección que Jesús nos enseña sobre la finalidad: “En cualquier situación en que no sepas qué hacer, lo primero que tienes que considerar es sencillamente esto: "¿Qué es lo que quiero que resulte de esta situación? ¿Qué propósito tiene?" El objetivo debe definirse al principio, pues eso es lo que determinará el resultado. El ego procede a la inversa. La situación se convierte en lo que determina el resultado, que puede ser cualquier cosa. La razón de este enfoque desorganizado es evidente. El ego no sabe qué es lo que quiere que resulte de la situación. Es consciente de lo que no quiere, pero sólo de eso. No tiene ningún objetivo constructivo en absoluto” (T.17.VI.2). Pero ahora tú tienes una meta definida, y haciendo sitio en tu mente para que se oiga la voz suave del Espíritu Santo, tienes asegurado alcanzar esa meta.
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