EL EGO: EL PECADO Y LA CULPA
Por Anna Horno
Lo que Un Curso de Milagros postula es muy simple, lo cual no implica necesariamente que vaya a ser sencillo en su puesta en práctica:
“Nada real puede ser amenazado,
nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios”.
El Curso hace una mención constante al ego; el ego, como causante y responsable del mundo que percibimos a través de nuestros sentidos corporales. El ego, entendido como un pensamiento demente que cree en la idea de la separación y en el correspondiente castigo que esta separación lleva implícito.
La idea del pecado surge de la creencia equivocada de que la separación es posible, y como consecuencia de esta idea, se genera en nuestra mente un profundo sentimiento de culpa por lo que, en apariencia, representa una usurpación del poder de Dios.
Pero es tan sólo una idea, el ego no es más que una idea, una idea equivocada. La negación de lo que somos, es lo que nos ha conducido a experimentar este mundo, el mundo de las formas, el mundo de la percepción frente a la verdadera visión, el mundo de la fabricación frente a la creación propia de quienes están en el Amor de Dios.
Nuestra mente se ha dormido y está soñando. Nuestra mente está soñando que nuestro Creador nos espera al otro lado, dispuesto para infligirnos un terrible castigo por ese “pecado imaginario”. Sueña con un mundo donde la pérdida, la destrucción y la muerte son inevitables, y este mundo, el que percibimos a través de nuestros ojos, es el mundo en el que creemos que podemos “escapar del castigo”, es, el chivo expiatorio de nuestra “culpa imaginaria”.
Y de este modo, iniciamos hace mucho, mucho tiempo, el proceso de “despertar”. Despertar a la conciencia de lo que verdaderamente somos. En este proceso se requiere negar lo que no es real, para poder dar paso a una percepción distinta, la percepción de nuestra realidad en Dios, como un solo ser que es y expresa Amor, pues el Amor es nuestra cualidad intrínseca.
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