EL ESPECIALISMO
Anna Horno
El especialismo es la búsqueda básica del sistema de pensamiento del ego. Es este especialismo el que permite mantener la ilusión de la separación en nuestra mente y proyectada en nuestras experiencias en el mundo.
Nos sentimos especiales cuando nos situamos mentalmente por encima o por debajo de cualquier otro. Nos sentimos especiales, y por ende, separados de todo lo demás, tanto cuando nos creemos víctimas como cuando interpretamos el papel del tirano; cuando nos sentimos amados o despreciados; más listos o más tontos, buenos o malos, más o menos afortunados… El hecho de establecer comparaciones, es ya en sí mismo una forma de pretender preservar nuestra parcela de especialismo. Y buscamos ser especiales a través de las relaciones, mediante la forma en que nos relacionamos con personas, objetos, circunstancias, lugares…
La búsqueda del especialismo es la señal distintiva del ego, es ese especialismo el que nos permite mantener “a salvo” nuestra identidad individual. Valoramos nuestro especialismo tanto como lo necesitamos, porque con él reforzamos las ideas que abrigamos acerca de nosotros mismos y que nos proveen de esa falsa identidad, ese autoconcepto al que protegemos contra toda aparente amenaza por miedo a desaparecer. Y sí, en una cosa tenemos razón: sin nuestro especialismo no podríamos continuar siendo Anna, o Pedro, o Carmen... Sin nuestro especialismo se disolverían los obstáculos, se derribarían las barreras que no nos están permitiendo experimentar nuestra esencia divina.
El especialismo que nos separa, que nos insta a olvidar que todo es lo mismo; el especialismo que nos mantiene atrapados en la ilusión de un “yo” pequeño y limitado, ajenos a nuestra grandeza. Nuestro deseo de ser especiales proviene de nuestro deseo oculto de mantener la separación en nuestra mente. El especialismo es siempre un obstáculo para la comunicación real, para la expresión del Amor, para el acercamiento verdadero con nuestros hermanos. El especialismo levanta un muro invisible entre nosotros y todo lo demás, pone distancia, provoca fragmentación en la mente y la conciencia de unidad se nos escurre entre las manos.
El especialismo posee mil caras distintas. No siempre resulta sencillo reconocerlo, no siempre es fácil darse cuenta de cuándo el ego está guiando nuestros pasos… y nuestros pensamientos.
A medida que avanzamos en la práctica espiritual, más concretamente en la práctica del perdón de Un Curso de Milagros, se suceden con más frecuencia episodios de “luz”, atisbos de la verdad. Son instantes maravillosos de auténtica conexión, en los que el mundo se pierde de vista y el Amor ocupa por completo nuestra mente. Realmente son instantes inolvidables, que deben servirnos para seguir adelante en nuestro propósito de trascender el ego completamente, si acaso con mayor confianza y compromiso para con nuestra práctica del perdón. Recordando que incluso estas hermosas experiencias forman parte de la ilusión. Ensalzarlas, "glorificarlas", no hace sino otorgar realidad a lo que no es nada.
Con frecuencia sucede que nos estancamos en dichas experiencias. Quedamos atrapados en ellas, jactándonos de ellas, haciendo, sin pretenderlo, una exhibición de especialismo. Bien podríamos pensar que tenemos más derecho a estos instantes que cualquier otro; bien podrían estos ser utilizados como un ataque, un arma arrojadiza contra nuestros hermanos. De este modo, lo que debería servir al propósito del Amor, termina por convertirse en otra experiencia al servicio del ego para perpetuar la separación en nuestra mente.
Si algo he aprendido en mis años de práctica de Un Curso de Milagros, es la importancia de la vigilancia mental y la honestidad que debe caracterizarla. Observar en todo momento lo que está sucediendo en la mente (aun cuando nuestras palabras y actos parezcan impecables), es fundamental para reconocer al ego en cuanto aparece, porque sólo cuando lo reconocemos, tenemos la oportunidad de volver a elegir. Este reconocimiento implica liberación. Ya no somos marionetas reaccionando a los dictados del ego; ya no somos ciegos guiados por otro ciego: reconocemos el poder de nuestra mente para elegir de nuevo y hacemos uso de este poder.
Estamos aquí para recordar Quiénes Somos. En la medida en que vamos derribando obstáculos, el amor se hace más presente en nuestra mente y cesa nuestra necesidad de "ser especiales", porque ya no hay una identidad a la que proteger: dejamos de valorar lo que carece de valor. Ya no buscamos la aceptación, ni la aprobación, ni el amor, ni el respeto fuera de nosotros mismos, sabemos que somos dignos del amor, independientemente de lo que parezca suceder en el mundo; sabemos que ya somos “especiales”, en el sentido de lo extraordinario y maravilloso que encierra nuestra verdadera identidad… somos el Hijo de Dios… ¿existe acaso algo más “especial”?
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