¿CÓMO SE PERDONA UNO A SÍ MISMO?
Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.
Pregunta: ¿Cómo se perdona uno a sí mismo? Tengo un amigo por correspondencia en prisión que acaba de llegar al Curso. Está en la cárcel por agredir a su novia. Dice que está aprendiendo a perdonar a los demás pero no a sí mismo. Está enojado y avergonzado de sí mismo por hacer daño a su novia. Puedo ver sus actos como una "petición de amor," un error que corregir y no un pecado que tenga que ser castigado. Sin duda era una víctima que se convirtió en victimario y ahora sigue reviviendo esto. Le diría que lo deje estar, "Hermano, elige de nuevo". ¿Pero podría decirme esto a mí mismo? He lidiado con una depresión grave durante gran parte de mi vida y la culpabilidad es una compañera habitual. Cuando hago una cosa mal las acusaciones de mi ego parecen abrumadoras. Veo cuando proyecto mi culpabilidad sobre los demás y sé que no es útil culparme y acusarme a mí mismo por juzgar a otros. Pero ¿y si realmente hago daño a alguien de alguna manera? Podría tratar de hacer las paces y seguir adelante, pero no creo que mi ego me deje irme de rositas tan fácilmente. Parece que sólo puedo liberarme de la culpabilidad después de experimentar dolor durante todo el tiempo que dicte mi ego. Sé que tiene que haber "otra manera". ¿Por qué soy amable con los demás y cruel conmigo mismo? Para rematar, busco en mis adicciones algo de alivio del dolor de la culpa, y luego me siento culpable por caer en la adicción. Necesito salir de esto. ¿Podemos proyectar culpabilidad sobre nosotros mismos, igual que lo hacemos sobre los demás? Sé que llegaré a entender por qué no me amo a mi mismo y por qué incluso me odio a veces. Todavía estoy aprendiendo. Resulta irónico que, mientras mi amigo de la cárcel intenta perdonarse a sí mismo, yo estoy en mi propia prisión tratando de hacer lo mismo.
Respuesta: Parece que conforme aprendemos cada vez más a liberar a los demás de las proyecciones de nuestra propia culpa, entonces nos quedamos clavados a la culpabilidad nosotros mismos. Jesús nos dice que "al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a albergarla adentro" (T.11.IV.4:5). Pero continúa diciendo, "Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, porque no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera" (4:6), y luego, "Por eso es por lo que la culpa tiene que ser deshecha, no verse en otra parte" (5:3).
Entonces, ¿cómo lo hacemos? La pregunta que planteas, "¿cómo se perdona uno a sí mismo?", es una buena pregunta, pero de hecho es la pregunta equivocada. Porque estamos todavía tan fuertemente identificados con nuestros egos, que no podemos perdonarnos a nosotros mismos, al menos, no por cuenta propia (es decir, no a solas, que es el estado del ego).
Es por eso por lo que necesitamos a Jesús o al Espíritu Santo, o al símbolo de amor y aceptación sin prejuicios que sea con el que nos sintamos cómodos, para mirar con nosotros a nuestros "pecados". Necesitamos a alguien fuera de nuestro sistema de pensamiento basado en la culpa que sepa la verdad sobre quiénes somos realmente, a quien podamos entregarle nuestra culpa, una vez que la hemos descubierto y reconocido su propósito y su coste.
Creemos que somos cuerpos que pueden herir y ser heridos los unos por los otros. Jesús sabe que somos espíritu, el inocente Hijo de Dios que es incapaz de ataque. No nos lo creemos y en realidad no queremos creerlo, porque todavía queremos la separación y que nuestra propia individualidad sea real. Y así el proceso de perdón debe implicar unirse con alguien o algo fuera de nosotros mismos, como Jesús, quien sabe que la separación, el ataque y la culpabilidad no son reales. Por definición somos incapaces de darnos cuenta de esto a solas.
El ego, como estás experimentando por ti mismo, nos dice que debemos expiar nuestros pecados a través de sufrimiento y sacrificio. Pero eso sólo refuerza nuestra convicción de que nuestra culpa es real y de que Dios es un dios castigador que busca vengarse de nuestros pecados tan reales. Y entonces todos nuestros intentos de obtener la liberación a través de la expiación son sólo formas de magia que dejan de abordar el problema real, que está en la mente.
Tenemos que entender que el problema no es la culpa que creemos que estamos viviendo por nuestras transgresiones aquí en el mundo. Los "pecados" son realmente distracciones deliberadas, que sirven al propósito de mantenernos enfocados aquí en el mundo, buscando soluciones mágicas para liberarnos de nuestra culpa (por ejemplo, hacer las paces) o evitar experimentarla (por ejemplo, las adicciones). Pero éstas solamente nos impiden buscar más profundamente en nuestra mente la verdadera fuente de todo nuestro dolor y culpabilidad (y los de los demás), la creencia de que no sólo nos hemos separado a nosotros mismos de nuestra amoroso Origen, sino que además hemos estado dispuestos a matarlo, para destruir el Amor, para estar solos.
Sin embargo, si podemos unirnos a un reflejo de ese Amor, como Jesús o el Espíritu Santo y mirar nuestras auto acusaciones con su amorosa presencia junto a nosotros, tendremos que darnos cuenta a cierto nivel de que no hemos destruido el amor. Y en ese reconocimiento, el verdadero perdón de lo que nunca ha pasado... es posible, disolviendo toda culpa y liberándonos de nuestra prisión autoimpuesta. Y entonces cualquier acción o conducta, si las hubiere, que pueda ser más útil y curativa en respuesta a nuestras supuestas transgresiones contra otros en el mundo, simplemente fluirá a través de nosotros.