AUSENCIA DE FELICIDAD
KENNETH WAPNICK

 

Libera Tu Ser - AUSENCIA DE FELICIDAD

 

Del Capítulo 16: Jesús: El camino, la verdad y la vida

La ambivalencia de Helen hacia Jesús

1. El viaje a casa hacia Jesús

Una velada mientras Helen y yo estábamos orando, ella me dijo que veían un cuadro de nosotros dos parados en medio de ruinas y escombros, ella vestida con un andrajoso traje blanco, y yo como un niñito. La relación podría haber sido de madre-hijo, y si no literalmente así, ciertamente en espíritu. La descripción y los sentimientos de Helen sobre ello sugerían con fuerza a Qumrán, durante la ´poca inmediatamente después de la destrucción de la comunidad esenia por los romanos en el año 70 d.C. Pero esto era claramente simbólico, como el lector puede recordar la experiencia de Helen en Qumrán donde ella sintió claramente que (en una vida pasada) fue sepultada ahí.

Yo podía visualizarme a mí mismo de pie allí junto a Helen, y entonces comenzó una serie de sucesos internos que parecían reflejar un proceso en la mente de Helen. Ella y yo emprendimos un viaje hacia el norte rumbo a Galilea, a lo largo del río Jordán. No recuerdo todos los sucesos, más uno en particular, así como la conclusión de la serie, yo jamás lo olvidaré.

Mientras caminábamos por la orilla la cual en este punto se asemejaba a un mar u océano, y no al Jordán, Helen se detuvo ante tres objetos: una concha, una urna y una estrella de mar. La estrella de mar capturó su atención puesto que tenía un brazo roto, y aún estaba muy viva. Helen sabía que con seguridad se moriría, sin embargo, si permanecía mucho más tiempo en la playa. Y por lo tanto, ella levantó suavemente a la estrella de mar herida y la retornó al agua, donde ésta felizmente se fue nadando. Helen sentía que esto era significativo, y casi podía oír que Jesús le daba las gracias por salvar la vida de un pequeño.

El tema de este segmento de la serie no parecía muy distinto de algunos de los sueños iniciales de Helen, donde ella trataba de salvar a los animales indefensos. El salvar o el ayudar a los niños era un hilo de amor que se extendía a lo largo de la vida de Helen. En el material inicial que se eliminó de Un curso de milagros, Jesús hacía varias referencias a la ayuda prestada a los niños, y como discutí antes, el gran amor profesional de Helen era ayudar a las familias de los niños retrasados. Repito, Helen siempre estaba accesible para ayudar a los demás, sin importarle sus propios sentimientos personales (i.e., los del ego) sobre la otra persona. En el más profundo nivel, además, su acuerdo de escribir el Curso era una expresión de esta misma disposición de serle útil a todos aquellos que deambulan “por el mundo, solos, inseguros y presos del miedo” (T-31.VIII.7:1).

Algunos días después de este segmento me dirigía a casa en el tren subterráneo, y pensaba en Helen y la estrella de mar, y el hermoso regalo que ella le estaba haciendo al mundo. Pensaba cuán hermoso sería si alguien le escribiese a ella un poema de gratitud, al ver cómo ella le había dado tanto a otros, y específicamente ahora con este poema que ella estaba escribiendo. Pensaba que eso era algo que yo debía hacer por Helen, pero no me veía como un poeta. Entonces, súbitamente, sentado en el tren, acudió a mi mente este poema. Dudo si muchas otras cosas que he hecho me hayan producido más dicha que este poema. De hechos, este poema se convirtió en el primero de los que subsecuentemente escribí para ella:

La estrella de mar

Cristo llega a nosotros como a Él llegaríamos;
de vida rota un trozo lanzado hacia la orilla,
con dolor aparente y tenebrosas ansias de muerte,
una estrella de mar que en suelo arenoso agoniza.

Y sin embargo Su luz brota de cada punta.
Su amor por nosotros niega lo que los ojos veían
cuando los ciega la temible garra de la ilusión,
cual cadena que el perdón dulcemente rompería.

Tu suave mano se inclina a bendecir y a sanar
a dos trozos quebrados reúne cual uno solo.
Donde antes hubo muerte hay vida resucitada.
Cumplida la obra del perdón, se ha consumado todo.

Con gratitud te bendice la estrella de mar.
Tu gran regalo de amor al pecado viene a sustituir.
La estrella de mar en ti se une a bendecirte
pues lo que fuera dos en Dios se ha vuelto a unir.

Helen tuvo una experiencia recurrente la cual compartiría este mismo tema. Me lo informó como un sueño, pero creo que la experiencia fue más que probablemente una expresión de otra parte de su mente –el hogar de la sacerdotisa- que ella generalmente reprimía con éxito. Helen se veía a sí misma de pie junto a un portal, al final de una vasta y despejada llanura. Un constante desfile de personas venía hasta el portal, y a cada una de ellas ella solía decirle: “En nombre de Cristo, pasa por este portal en paz”. Los estudiantes familiarizados con Un curso de milagros reconocerán el simbolismo de los prados del mundo real que conducen al portal del Cielo: y el propósito del Curso es conducir a las personas hasta el portal, “más allá del cual el aprendizaje no puede ir” (T-18.IX.11:3), después del cual “Dios se inclina hasta nosotros y nos eleva” (L-pI.168.3:2).

Después del episodio de la estrella de mar, la serie que describe este viaje rumbo al norte continuó con varios sucesos distintos, el cual he olvidado en gran medida, pero la secuencia culminó en que Helen y yo llegamos a la meta, una hermosa arboleda en lo que parecía ser la baja Galilea, la sede bíblica de la infancia de Jesús y de una buena parte de su ministerio. Raramente he visto a Helen tan conmovida. Comenzó a llorar al ver esta arboleda, al tiempo que decía: “Nunca creí que vería estos árboles nuevamente”. A través de los árboles se podía ver la figura de Jesús, y felizmente sabíamos que habíamos llegado al final del viaje y que pronto estaríamos con él nuevamente.

La secuencia parecía representar simbólicamente el viaje espiritual, al cual comienza con la devastación que es el mundo del ego (Qumrán), y que continúa a través de ir aprendiendo el significado del perdón y el interés abnegado (la estrella de mar), el cual culmina finalmente con la consecución del mundo real (el regreso a Jesús en Galilea). Para Helen personalmente parecía representar el mismo estado reflejado en muchos de sus poemas: la aparente destrucción de su vida y esperanza, sus sueños hechos añicos, y luego el cumplimiento súbito de las promesas de Jesús. Posteriormente en este capítulo retornaremos a estos poemas que tan elocuentemente hablan de la relación de Helen con Jesús.

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