ADVAITA VEDANTA
Swami Sankarananda Puri
Capítulo: «La naturaleza real»
Generalmente, usamos el término «Vedᾱnta» para referirnos al Advaita Vedᾱnta (no dualismo), aunque el dvaita (dualismo) y el viśisţa advaita (no dualismo calificado) también están incluidos. El mismo término Advaita Vedᾱnta nos remite a las palabras célebres de Ᾱdi Śᾱṅkarᾱcᾱrya: «Brahma satya jaganmithyᾱ, jiva Brahmaiva nᾱparaḥ», o lo que es lo mismo, «Brahman es real, el mundo es irreal; Jīva (ser individual) no es más que Brahman». Ni bien escuchamos esto, sentimos desconcierto. No queda piedra firme sobre la cual establecernos en ese mundo que conocíamos como real. Nuestra misma identidad es cuestionada cuando los logros y la gloria que tanto esfuerzo nos costaron quedan anulados en un abrir y cerrar de ojos. Entonces, ¡qué nos queda? Normalmente no solemos ir hasta el fondo del tema para aventurarnos en la esencial real del Vedanta o la espiritualidad. Como consecuencia, con muy pocos conocimientos al respecto, seguimos viviendo una vida en la cual la religión está separada de los asuntos más importantes. Ante la negación de la vida, para nosotros real, con cierto temor damos la espalda al Vedanta creyéndolo poco práctico.
Sin embargo, el Vedanta no niega el mundo. Más bien lo analiza. Bajo el término «jaganmithyᾱ» (el mundo es irreal), no se niega su existencia, sino que se acepta su naturaleza real. Entonces surge la pregunta: ¿Acaso lo que vemos no es la naturaleza real del mundo? El Vedanta responde que no. Aquello que vemos no lo es. La desigualdad, las diferencias, la multiplicidad que contemplamos no es la naturaleza real del mundo. El Vedanta analiza esa forma. El científico se sumerge en las cosas que los demás ven superficialmente y descubre las moléculas, los átomos, los electrones y los protones. Del mismo modo, aquel que ve la verdad y que conoce la verdad absoluta de este mundo, experimenta la existencia absoluta subyacente a la multiplicidad. Declara que, trascendiendo este mundo, existe una verdad absoluta que es Una y suprema. No existe dualidad, y por ende, tampoco desequilibrio. Esa es la existencia real del mundo a la que los śᾱstras denominan atman o Brahman. Brahman está presente del mismo modo en todo el universo. Por ello, quien ve la verdad declara la unidad del mundo.
Entonces, este con el que lidiamos, ¿no tiene existencia? Nuestra vida, nuestra felicidad, nuestras penas, lo bueno y lo malo, ¡todo es muy real para nosotros! El Vedanta aporta la solución a ese problema y declara que este mundo es sólo una apariencia. Es decir, en realidad no tiene existencia, pero parece que la tuviera. Es como la ilusión de ver una serpiente en una cuerda. Si vemos una soga sobre el suelo en la oscuridad, nos parecerá que es una serpiente. Aunque allí no haya ningún ofideo real, debido a la apariencia, entran en juego el miedo, la agitación y demás, y nos esforzamos por ahuyentar a la serpiente. Quiere decir que, aunque ésta nunca exista de verdad, parecerá tremendamente real durante cierto periodo. El miedo, la agitación y demás tendencias similares que surgen por la existencia aparente de la serpiente se disipan sólo con el conocimiento verdadero de la soga. Ni bien vemos la cuerda a la luz de una antorcha, nuestro problema se resuelve. La apariencia de la serpiente en la soga es lo que se conoce como «pratiti» (apariencia aparente).
Este universo también lo es. Así como la serpiente debido a la ignorancia prevalece sobre la soga, del mismo modo el mundo se impone sobre Brahman. La verdad es Brahman y no el mundo. Brahman es el sustrato sobre el cual impera éste. Aquello que constituye el sustrato es la verdad. Lo impuesto nunca puede ser verdad, porque con el conocimiento del sustrato, se desvanece. Aquello que está siempre presente, que existió por siempre y que es eterno, los śᾱstras lo llaman «Paramᾱrtha» (lo supremo). Imponemos el mundo sobre Brahman debido a la ausencia del conocimiento de éste. Hasta que no realicemos la verdad invariable, este mundo cambiante será real para nosotros. Pero cuando lo hagamos más allá de este mundo cambiante, entonces sabremos que este mundo no es real. Existe una verdad más elevada. Este mundo no es más que una apariencia aparente, una imposición que constantemente señala la existencia suprema, Brahman, más allá de todo velo. Es como las olas que una y otra señalan su sustrato, el océano.
Brahman es la naturaleza real del mundo. El mundo es Brahman, pero no en la forma en que lo vemos. Del mismo modo que los elefantes, los tigres y demás animales de arcilla, teniendo distintos nombres y formas, poseen la arcilla como su causa material, el mundo, aunque parezca diverso y múltiple, posee una sola existencia subyacente, ésta es Brahman. Él es quien se manifiesta con diferentes nombres y formas… […] (Kaţhopnisad 2.2.9); «Así como el fuego cuando entra al mundo toma forma de las sustancias que quema, el supremo único que todo lo impregna toma la forma del ser cuando lo penetra y, sin embargo, permanece en su propia naturaleza intangible».
Si dejamos de lado el nombre y la forma, entonces este mundo es uno y, por ende, inmutable. Es por ello que los rsis (los que ven la verdad) y los munis (los que la contemplan) una y otra vez enfatizan sobre nuestra naturaleza real, reiterando nuestra unidad con Brahman. El universo entero es Brahman, un Brahman único y sin divisiones. Los nombres y las formas que nos diferencian de los demás son mᾱyᾱ. Mᾱyᾱ vela la verdad y crea la separación entre ésta y nosotros. Cuando mᾱyᾱ se elimina, Brahman permanece como la soga cuando se erradica la serpiente. Ésta se elimina con el conocimiento de la soga. Por tanto, la ausencia de la serpiente y la existencia de la soga son una unidad. Es decir, la ausencia y el deseo de mᾱyᾱ, y la ignorancia y el conocimiento de Brahman son lo mismo. No existe diferencia. No hay diferencia o espacio entre los dos.
En un intento por describir a Brahman, los śᾱstras dicen: «Braman es verdad, conocimiento e infinito absoluto». (Taittiriyopnisad 2.1.3). De nuevo, los śᾱstras dicen: «Jiva es Brahman y nada más». Este Brahman es mi Ser real. Por tanto, yo soy verdad, conocimiento e infinito absoluto. Las cadenas de la ignorancia se liberan con el conocimiento del Ser. Así como las cosas cambian con la eliminación de la serpiente debido al surgimiento del conocimiento de la soga, el mundo cambia con el surgimiento del conocimiento del Ser.
Así, este mundo es feliz y dulce para nosotros. Somos uno con el universo. Uno con la conciencia cósmica. Esa es nuestra entidad, nuestra existencia. Conociendo esto, me libero de luchar a diario por la supervivencia de mi existencia finita y limitada, y de mí surge: «No moriré aun cuando el cuerpo perezca» (Bhagavadgitᾱ 2.20). Mi existencia ya no se encuentra confinada a mi cuerpo, trasciende las limitaciones de éste, la mente y el intelecto, y se mezcla con la conciencia infinita y omnipresente. Así es como la muerte me abandona y se mantiene separada. Aquello que viene a la existencia con el nacimiento, después de la muerte pasa a la no existencia. Pero aquello que nunca nació, que es existente, perpetuo y verdadero desde siempre, ¿cómo podría morir? Esa es la existencia y la verdad absolutas. ¿Cómo lograría dejar de existir la existencia absoluta? Así, es como la muerte no puede tocarme. Lo que cesa es el cuerpo. El cuerpo, compuesto por cinco elementos, regresa a su causa, invariable o Brahman. A través del conocimiento, quién realiza el sí mismo va más allá del apego, el miedo y la ira: (Bhagavadgitᾱ 2.56). Aquel que está más allá del miedo, realmente disfruta la vida. El verdadero objetivo del Vedanta no es negar el mundo, sino analizarlo para develar su naturaleza real. Gozar de algo sin conocer su naturaleza infinita ocasiona miseria de inmediato.
Develando la existencia infinita que se oculta debajo de nuestra existencia aparentemente finita, el Vedanta abre la puerta hacia un viaje infinito. Descubrimos la naturaleza real del universo. Encontramos un significado a nuestra vida. Con la dicha de develar la naturaleza real del Ser y alcanzar lo infinito, espontáneamente repetimos las palabras de los que ven la verdad: «Jiva Brahmaiva nᾱparaḥ».