ADICCIONES: ¿UNA ENFERMEDAD DEL ALMA?

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Alcohol, cocaína, heroína, marihuana… la adicción a cualquiera de estas sustancias no sólo afecta a la salud física, sus tentáculos se extienden hacia todos los aspectos de la vida de una persona.

Si has llegado hasta aquí, probablemente tu adicción ya haya tenido un impacto negativo sobre tu vida social, tus relaciones familiares, tu profesión, sobre tu capacidad para cuidar de ti mismo/a o de otros, e incluso en tu trabajo de auto-exploración y desarrollo personal…

Aunque en este momento la idea de una vida sobria pueda parecerte un objetivo difícil de alcanzar y hasta de imaginar, la recuperación está a tu alcance, sin importar cuán desesperada parezca tu situación actual o cuántas veces lo hayas intentado antes.

El desarrollo de un trastorno por consumo de sustancias, afecta al cerebro y al comportamiento, no guarda relación con un defecto de carácter ni es un signo de debilidad, y se necesita algo más que fuerza de voluntad para superar el problema. Los impulsos adictivos están conectados a los centros de supervivencia y placer/recompensa de nuestro cerebro, por lo que reaccionan más rápido y con más fuerza que la parte de nuestro cerebro responsable del razonamiento.

Para muchas personas, el paso más difícil hacia la recuperación, es el primero: reconocer que se tiene un problema y decidir, a pesar de la enorme dificultad que va a suponer, que es hora de romper con esos viejos hábitos que destruyen tantas cosas por el camino.

Si has madurado en tu compromiso con la sobriedad, el siguiente paso será buscar un centro de desintoxicación. En primer lugar, hay que «purgar» tu cuerpo de las drogas o del alcohol. La desintoxicación provocará síntomas de abstinencia que la intervención especializada puede aliviar, además de garantizarte una abstinencia segura. La mayoría de los síntomas físicos disminuyen a los pocos días. Sin toxinas, tu cuerpo estará preparado para iniciar el proceso de recuperación.

No va a ser un proceso rápido ni sencillo. En general, cuanto más largo e intenso haya sido el consumo de esa sustancia, más largo e intenso será también el tratamiento. La desintoxicación física es sólo uno de los muchos «demonios» a los que tendrás que enfrentarte antes de mejorar.

Busca apoyos. Apóyate en tus familiares y amigos, son un activo precioso, en la vida en general, y durante este proceso en particular. Cuantas más personas puedan ofrecerte estímulos positivos, orientación y un oído dispuesto a escuchar, mayores serán tus probabilidades de éxito duradero, porque recuerda, la adicción es una enfermedad crónica: una vez que se desarrolla, te acompaña toda la vida.

No existe una solución única y definitiva de tratamiento para dejar las drogas, y no es algo que se pueda «curar». El tratamiento de la adicción debe orientarse al largo plazo, y mejor si recibes una atención multidimensional, que incluya: medicina y psiquiatría, terapia emocional y familiar, terapia cognitiva y conductual, como la Bioneuroemoción, así como un enfoque holístico de bienestar (práctica espiritual, herramientas de crecimiento personal, ejercicio, nutrición, actividades de ocio y tiempo libre…).

No soy una profesional en el tratamiento de las adicciones, pero sí durante muchos años una experta en el uso y abuso del tabaco como forma de gestionar y manejar (o, mejor dicho, de «enterrar» bien profundo) todo aquello que me superaba emocionalmente, o como una forma de recompensa por las dificultades de la vida que me veía obligada a enfrentar.

Son curiosas las asociaciones que establecemos en nuestra mente en relación a una sustancia que, por sí misma, carece de capacidad y poder sobre nosotros, y que, sin embargo, termina por dominar toda nuestra existencia, nuestras motivaciones, nuestros actos, nuestra búsqueda de lo que nos hace sentir bien o nos ayuda a mitigar el sufrimiento, o el vacío, o la insatisfacción, o la falta de propósito…

La adicción adopta muchas formas, y opino que, de un modo u otro, casi todos somos adictos… a las drogas, al tabaco, al café, a las compras, a la comida, a las relaciones de pareja, al juego, al sexo, a sentirnos necesarios o especiales, a la compañía de nuestros hijos, al trabajo, al cuidado obsesivo del cuerpo…

Todas son formas de adicción con un denominador común: la necesidad de usar una «muleta» como paliativo de nuestro malestar vital, cronificado a fuerza de ignorarlo o de buscar la solución fuera de nosotros.

A mi entender, la adicción oculta una «enfermedad del alma», hasta me atrevería a decir que es una búsqueda de Dios en el lugar equivocado, o para evitar connotaciones religiosas, es la búsqueda de un sentido de pertenencia a algo más allá de nosotros, que disipe la soledad, la falta de amor y el sentimiento de abandono y separación inherente al ser humano.

Tratamos de llenar ese gran vacío existencial y el dolor implícito buscando compulsivamente «ahí fuera», sin darnos cuenta de que, si la adicción es una enfermedad del alma, entonces la cura tiene que venir de dentro.

Existen herramientas para abordar los aspectos físicos de la adicción, pero los expertos aseguran que también es fundamental cultivar comportamientos positivos, como la humildad, la responsabilidad, el amor hacia uno mismo, un sentido de propósito y mecanismos saludables de afrontamiento y superación.

La vida puede resultar complicada, el mundo a nuestros ojos puede parecer una locura, pero la forma en que lo manejamos, marca toda la diferencia. No hay necesidad de escapar o negar el dolor, sino de recurrir a herramientas que nos ayuden a reconducirlo; todo intento de evitar las dificultades de la vida, es un intento inútil, mejor aprende a mirarlas de frente y a cambiar tu percepción respecto a ellas; y en última instancia, busca en primer lugar tu felicidad, porque en el terreno fértil de la felicidad, no hay lugar para la adicción.

Sin retos no hay transformación… tienes ante ti una maravillosa oportunidad de regresar a tu hogar, que es la verdadera búsqueda de todo ser humano.

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