YO SOY LA LUZ DEL MUNDO
Por Anna Horno
«Yo soy la luz del mundo» (Lección 61)…
Una idea completamente descabellada y desprovista de humildad a juicio del ego, pero la Verdad a juicio de Dios. No es esta idea la que peca de arrogancia, sino creer que podemos atacar a nuestro Creador a través de Sus Creaciones.
Yo soy la luz del mundo, ¿cómo puede ser esto?, porque el mundo está en mi mente y en ningún otro lugar. Yo tengo el poder de decidir qué voy a ofrecer al mundo y qué voy a ver en él, ¿Amor o los resentimientos derivados del miedo?
Yo tengo la capacidad de cambiar el modo en que ahora percibo, y en esa decisión, radica el poder de traer luz u obscuridad al mundo. Todo depende de mí, de mi decisión de escuchar al ego hablándome de culpabilidad, o de escuchar a esa otra parte de mi mente que ha conservado intacta mi inocencia, y que constantemente me invita a recordar mi santidad.
Y si yo decido ser inocente, por extensión todo mi mundo tiene que serlo también, puesto que yo inventé ese mundo y todo lo que en él percibo, no son sino aspectos fragmentados de mi propia mente.
«Tengo el poder de decidir» (Lección 152)…
Por supuesto que lo tienes. De hecho, es el único poder de que gozamos en este mundo, la única libertad. ¿Con quién vamos a experimentar los sucesos de nuestra vida? ¿Lo haremos a las órdenes del ego, o bajo la siempre sabia tutela de nuestro Guía interno?
Tener el poder de decidir, no implica en absoluto que tengas la capacidad de escoger los sucesos de tu vida, sino simplemente tu responsabilidad al elegir con quién los vas a observar. No subestimes el poder ni los resultados que se derivan de dicha elección.
Puedes continuar recurriendo a la guía del ego para que sea éste quién te diga qué está sucediendo, cómo debes sentirte y de qué manera reaccionar. En ese caso, recuerda amigo, que incluso cuando tus sentimientos sean «positivos», lo cual no es más que una de las dos caras de la misma moneda, continuarán siendo sentimientos condicionados y condenados a la dualidad, donde la alegría va siempre precedida de la tristeza e incluso el amor, se transforma en miedo en menos tiempo del que dura un pestañear de ojos.
Puedes decidir hacer algo distinto. Puedes decidir cambiar de guía. Es el único cambio significativo de que eres capaz aquí. No pretendas un intercambio de ilusiones, o lo que es lo mismo, sustituir las situaciones que te disgustan por otras que, según tú, a juicio de tu ego, son mejores. Pide más bien experimentar la paz en todo momento, de este modo, siempre resultarás ganador. No pretendas un intercambio de ilusiones que no hacen más que favorecer la continuidad de este mundo, pide mejor que sea el Espíritu Santo Quién esté a cargo de todo, y de este modo, comenzarás a percibir Amor donde antes percibiste miedo, y ganancia donde antes experimentaste pérdida.
Pedir en todo momento la guía del Espíritu Santo, es el único camino que conduce a la verdadera felicidad, la que existe más allá de los opuestos y jamás está condicionada por el exterior.
«Podría ver paz en lugar de esto» (Lección 34)…
A lo largo de tu vida estoy segura que has tenido atisbos de una realidad diferente. Puedes llamarlo experiencia mística, o revelación, si ello te ayuda a recordar. Lo importante es que seas consciente del mensaje que esa experiencia contiene. Es un mensaje de paz, de plenitud, de Amor; momentos fugaces de una maravillosa conexión con el Todo, de profunda comunicación, donde desaparecen todas esas vanas necesidades, y en su lugar se revela tu grandeza.
Yo lo he experimentado y no me cabe duda que tú también. El Curso lo denomina «el instante santo». Un instante fuera del tiempo y del espacio, en que verdaderamente te has permitido ser uno con Dios. Una suspensión completa aunque temporal del miedo en tu mente. Al renunciar al miedo, pudiste dar la bienvenida el Amor. Te hiciste uno con Él, y eso es todo lo que pudiste Ser mientras lo experimentabas ¿No es acaso prueba suficiente de que existe un modo mejor de transitar por el mundo?
¿Qué crees que hace posibles esos instantes milagrosos?, sólo una cosa: tu capacidad para abandonar toda idea preconcebida, todo juicio y expectativa. Eres capaz de abrir tu corazón para permitirte ser y estar en el momento presente. Puedes limitarte a contemplar la belleza, puedes limitarte a admirar la perfección y la abundancia que te rodea, porque son cualidades que se encuentran fuera del alcance del mundo, son las cualidades que definen tu verdadera identidad, y ésta se encuentra en tu mente.
En ocasiones un símbolo, como la naturaleza, por ejemplo, puede evocar ese recuerdo. Los símbolos, amigo mío, en manos del ego sirven para proyectar culpa, pero en manos de tu mente divina, expresan las maravillas que ocultas. Una vez más, es todo cuestión de con quién interpretas lo que tus ojos te muestran.
No obstante, es fundamental en este punto recalcar que nada de lo que ves en el mundo es real, nada procede de Dios. Tampoco aquello que amamos. Puedes amar la naturaleza, y a través de la simple contemplación, es posible alcanzar una experiencia de Totalidad, pero la naturaleza sigue siendo un símbolo, no la Verdad. Utiliza los símbolos, pero no te aferres a ellos, ni les confieras una cualidad santa o sagrada que no poseen.
Podría ver paz en lugar de esto… podría ver paz en lugar de conflicto, odio, carencia, dolor, limitación. Podría ver paz en lugar del miedo que experimento. ¿Por qué esta afirmación?, porque ambos están en tu mente. Puedes dirigir tu atención hacia el ego, o puedes hacerlo hacia la presencia de Dios dentro de ti… tú decides.
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