LA NECESIDAD NO ES PARA EL AMOR
Anna Horno

 

Libera Tu Ser - Reflexiones personales: "LA NECESIDAD NO ES PARA EL AMOR"

 

La idea de que «necesitamos» cosas, personas, acontecimientos o determinadas condiciones en nuestra vida, surge de nuestra creencia en que no estamos completos, de que nosotros, por nosotros mismos, no estamos capacitados para ser felices o alcanzar el Amor. De ahí que, concretamente en el caso de las relaciones de pareja, depositemos todas nuestras expectativas y esperanzas «en el otro», como si fuera «nuestro salvador».

Hace mucho tiempo dejé de creer en «la conexión mágica» con otra persona, pues eso, desde el punto de vista de Un Curso de Milagros, no hace más que establecer «especialismo», y si deseamos retornar a la unidad, es necesario que aprendamos que TODO ES LO MISMO, identificando y apartándonos de las «relaciones de amor u odio especial». Ello no implica que no podamos convivir en pareja, pero sí exige un compromiso con la verdad.

Durante muchos años, perseguí lo que prácticamente todo el mundo persigue: una relación ideal, con la persona ideal, en un mundo ideal, repleto de situaciones ideales. Y, ¿sabes qué?, que mis numerosos fracasos en ese sentido, me hicieron comprender que, que el mundo, todo en general, parezca ser ideal o una basura, depende únicamente de los ojos que miran. De modo que mi esfuerzo ahora, se centra en el aprendizaje: aprender a mirar las mismas viejas cosas de siempre con ojos nuevos, nada más, y nada menos…

El «amor» en el que tú estás pensando, tal como lo conoces, es ese amor romántico basado en las expectativas. Ese es el amor condicionado, donde cada uno intenta sacar el máximo de la otra persona. Es el amor que, muy lejos de permitirte experimentar la unidad con otro ser, te aparta de ella y perpetúa la creencia en la separación... el ego se frota las manos!!

Te planteo una pregunta: ¿Has encontrado esa relación 100% total con otra persona, y has conseguido mantenerla exactamente igual con el paso del tiempo y a pesar de todas las dificultades? Seguramente tu respuesta sea NO, de otro modo, probablemente no estarías leyendo este artículo. Pues bien, mi experiencia me llevó a comprender que esa relación no existe, salvo que previamente la encontremos dentro de nosotros mismos, para con nosotros mismos. Y cuando tienes una relación plena contigo mismo:

Primero: Ya no buscas desesperadamente, me refiero a «desde la necesidad», esa relación con otra persona. Si surge la relación, sólo existe el deseo de compartir, y el propósito común de emplearla para llegar a Dios. Si no surge, no pasa nada, tu felicidad y gozo permanecen intactos.

Segundo: Cuando vives esa totalidad dentro de ti, o sea que eso es tu universo interno, como un reflejo, como la consecuencia natural, las relaciones con los demás son exactamente iguales, a saber: TOTALES… el mundo externo no es otra cosa que el espejo donde ver reflejada tu condición interna, o sea, el contenido de tu propia mente.

No necesitas de ninguna relación «personal-especial» para ser feliz: todo cuanto necesitas es aprender a relacionarte bien contigo mismo, y a dar amor a todos por igual, pues esa es tu única función como Hijo de Dios.

Este mundo no es más que un engaño, una farsa, una patética imitación del mundo real, de nuestra realidad en Dios, o sea de nuestra verdadera identidad: SOMOS ESPÍRITU. Lo que perseguimos en este mundo, es alcanzar ese estado de éxtasis y gozo permanente que le es propio al Espíritu, y lo pretendemos buscando fuera de nosotros, ya sea mediante las relaciones, el dinero, las posesiones… todos ellos,  lugares donde la felicidad no se encuentra, a lo sumo, una precaria sensación de satisfacción, nada más.

Mientras parezca que estamos aquí, en el «mundo», tendremos siempre dos opciones entre las que elegir: ante cualquier situación, podremos identificarnos con el cuerpo y con todos los deseos surgidos al amparo de éste, o podremos comenzar a fluir con nuestra realidad inmortal, libre de deseos, desapegada y que reside en el AMOR. La elección es libre y personal.

La primera, es la elección del ego, que sistemáticamente nos conduce al miedo, ya sea que se manifieste como tristeza, soledad, desamor, resentimiento, infelicidad, carencia, pérdida, insatisfacción, desamparo… el ego tiene mil caras con un denominador común: todas ellas nos alejan del amor, lo cubren con el velo de la ilusión.

La segunda, es la elección del Espíritu, que nos conduce directamente al amor. No al amor como sentimiento provocado por algo ajeno a nosotros, sino al amor como estado del ser. Ya no hay necesidad de limitar nuestro «amor» a unas cuantas personas. ¿Por qué limitarlo a 8, 10, 100 o 500 personas, cuando tenemos el mundo entero?

Somos mente…  «principio de mentalismo», lo demás, son patéticos intentos del ego de postergar lo inevitable, o sea, nuestro retorno al Hogar.

Como mente, nuestro poder es infinito, por supuesto, nuestra capacidad para tomar decisiones es ilimitada también. Cuando piensas en tu «corazón» (herido, triste, solitario…), estás haciendo alusión al cuerpo, aunque de un modo muy «poético», te estás identificando con el cuerpo y con todas aquellas cosas/condiciones que éste considera necesarias o importantes para su satisfacción (satisfacción, que a menudo es confundida con la auténtica felicidad); en este caso, crees que tu «felicidad» depende de que aparezca esa persona ideal. Y cuando esa persona ideal desaparece al cabo de un tiempo, o simplemente no aparece, te condenas a ser infeliz, puesto que en ello habías depositado todas tus esperanzas de llegar a ser feliz.

El único propósito verdadero de las relaciones, ya sean de pareja, amistad, familiares, profesionales o un encuentro «casual» con un desconocido, es el de utilizarlas de manera que nos ayuden a alcanzar una experiencia de Dios: expresar Amor debería ser nuestro único objetivo… el perdón es la llave.

Namasté.

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